domingo, 7 de octubre de 2012

Puedes con ello. Lo sé.

Tú, aquel hombre que acariciaba mi melena con tanta dulzura, y me llevaba en bici hasta la guardería, parando en la heladería para siempre cogerme a mi un helado aunque eso significara no tomarte tú la cerveza.
Tú, aquella persona que me cogía en brazos y contestaba con tacto y paciencia a todas las preguntas que esta pequeña y momentánea escritora te hacía.
Tú, la persona en cuyos brazos me refugiaba de todos y cada uno delos monstruos que se escondían en el armario, bajo la cama o en la oscuridad de mi cuarto, convirtiéndolos en teatro de sombras chinas sobre la pared antes de irme a dormir.
Tú, que has hecho crecer en mí el amor hacía los buenos libros, la música, el dibujo...
Tú, uno de los hombres más grandes que ha existido, existe y existirá en mi vida. Siempre bromeando, siempre fuerte, siempre alegre. Siempre a mi lado...
Tú, que ahora tienes que ser fuerte y salir hacía delante. Tienes que entrar por esa maldita puerta de quirófano y una vez ahí dentro volver a nacer, porque no puedes fallarme. ¿Lo sabes, no? No puedes dejarme sola. Y aunque quede mucho hasta entonces, quiero que estés en primera fila el día que lleve el vestido de novia, y todavía tienes que jugar con tus bisnietos. Me lo prometiste...
Tienes que ser fuerte abuelo, por mi, por ti, por todos nosotros. Porque te necesitamos.
Puedes con ello. Lo sé. ¡Tienes que poder!

lunes, 24 de septiembre de 2012

Jamás enviada.

13.07.2012

Hace dos semanas estas líneas empezaban con un “ Esta será la última carta que vaya dirigida a ti…” pero conforme van pasando los días me doy cuenta de que no es así. Creo que he escrito y borrado esto unas seis veces, intentando encontrar las palabras adecuadas pero nunca serán lo suficiente para reflejar lo que realmente quiero decir.  Habría preferido borrarme de tu vida, dejar de cargarte la cabeza a 3000 km de distancia, dejar de atosigarte con estos sentimientos que muchas veces me ahogan, dejar de refugiarme en ti y buscar la calma y la tranquilidad en tus ojos, en tu sonrisa;  pero soy demasiado egoísta y no puedo ni quiero alejarme, a pesar de todo y de todos. A pesar de que ahora mismo esté aislada del mundo exterior. ¿Sabes como está siendo esto?  Digamos que es una contraposición. Me siento sola y abandonada estando rodeada de muchísimas personas. Personas que ríen, que me abrazan y que se alegran de verme. También me alegro de volver a estar junto a ellas, pero es una sonrisa efímera, es una alegría momentánea porque cuando todas ellas se van me veo sola, en una incómoda y antigua cama de matrimonio que no es la mía, en una habitación en la que sí, he crecido, pero no está llena de mis cosas, de mis dibujos, de mis recuerdos, de mi vida entera. Por las noches me encojo en un rincón del gigante colchón y los recuerdos me abruman, pero finalmente logro dormirme. Mis sueños tampoco ayudan.  Estoy sola ante esto. Estoy sola y tengo miedo, me siento vencida. No voy a poder. No sé donde he dejado el optimismo y las ganas de sonreír, creo que lo he perdido por el camino  porque por más que lo busque no está. Mi única puerta de escape son los libros. Esta mañana he empezado uno de 300 páginas, me quedan menos de 100 para acabarlo, con un poco de suerte esta noche sabré el desenlace de la historia, pero estoy tranquila porque tengo cola de libros que me quedan por leer… El amor en tiempos de cólera creo que lo dejaré para el final, pero por más que quiera leerlo me veo incapaz de hacerlo. Es abrirlo, leer la dedicatoria y … no puedo.
Repelo a las personas, no puedo estar en el mismo cuarto con nadie. Debe ser la bendita “autodefensa”. No sé que pasará. Ahora mismo estoy escuchando estopa y me recuerda tantísimo a ti… ni te lo imaginas.
De momento mi vida se desmorona y se construye aleatoriamente, estoy ante dos caminos que elegiré guiada por la fuerza del destino y ambos serán duros. Si todas las legalizaciones de papeleo, títulos y notas las podemos acabar dentro del plazo y me da tiempo de hacer los exámenes, los apruebo y me quedo, creceré más que nunca. Mis padres en dos semanas vuelven a España. Me tocará a mi arreglármelas. Sola, como siempre. Pero la ciudad me ha gustado, la universidad tiene buena pinta y la vida de estudiante me atrae. Sacaré fuerzas de donde no las haya si hace falta y haré frente a todo. Espero ser capaz. “Resiste y lucha por tus sueños” me dijeron. Trataré de lograrlo.
En el caso de que todo este agobio, dinero gastado y papeleo sea en vano,  porque no me da tiempo o porque no apruebe los exámenes, tendré que volver a España. Un año sabático. Me mata la idea de malgastar un año entero sin hacer absolutamente nada, pero por otro lado me muero de ganas de llegar a Binéfar, llamar a mis amigos y decirles: ¿Cuáles son los planes para esta tarde? ¿Quedamos como siempre, a las 5 en colores? Pero si vuelvo, todos vosotros seguiréis con vuestras vidas, con vuestra rutina, lucharéis por algo, por una meta, querréis llegar a un fin. Algunos desearéis aprobar segundo de bachiller en condiciones, otros se irán  Barcelona en busca de nuevos amores, nuevos amigos, otros estarán en la EMBA, en Zaragoza… destinos diferentes, caminos separados. Mientras yo estaré sentada en cualquier escalón, viéndoos pasar, alegrándome por vosotros pero hundiéndome en la quietud de mi vida.
Muchas veces me pregunto ¿Si esta mierda vida no me hubiese obligado a marcharme y dejarlo todo atrás, qué habría pasado? ¿Habríamos tenido tardes en cualquier portal? No sé, nervios delante del espejo preguntándome ¿Qué me pongo? Horas y horas tratando de peinarme y finalmente darme por vencida porque es imposible verme bien estando a minutos de verte. ¿Noches mirando las estrellas?¿Sonrisas? ¿Abrazos? ¿Besos? ¿Algo más?  Es complicado, pero “nunca es lo que pudo haber sido”.
Prometo evitar estos textos. Te prometo intentar no refugiarme más en ti. Sólo necesitaba sentirte cerca unos cuantos minutos, pensar que mientras leas este tocho puedas echarme sólo un poquito de menos. Pensar en que todo te va genial, que sonríes, que eres feliz… porque ése es mi genio de la lámpara.
¿Lo ves? A pesar de la distancia te sigo dando la tabarra! Creo que no te librarás de mi tan fácilmente! Y ya sabes, si te cansas, mándame a la mierda y solucionado ;)! Te echo de menos… 
Quizás no debería decirte esto ahora, pero igualmente lo hago: Te quiero.
PD: te gustaría mucho Rumanía, aquí se puede ir sin camiseta por la calle y no te ponen multa!
PD2: SONRÍE

domingo, 23 de septiembre de 2012

Sólo a veces.

Nuestros caminos se fueron separando. Nuestros corazones ya no seguían el mismo ritmo y nuestros bolígrafos ya no escribían textos empapados de sentimientos a modo de dedicatoria con firma incluida. Sólo vivíamos; cada uno nuestra nueva vida, cada uno nuestra nueva rutina, olvidándonos completamente de aquel vínculo que alguna vez nos unió. Dejando de lado la amistad ; escondiendo bajo la cama cualquier rastro de cariño.
Le echo de menos. Sólo a veces...

jueves, 20 de septiembre de 2012

Plastidecores.

Me dedico a robar sonrisas y esconderlas dentro de mi imaginación,para así poder crear una telaraña de dibujos que fabriquen todavía más sonrisas.Camino por la vida dando pasos firmes, sin olvidar nunca los plastidecores, con los que pinto infinitos sueños.Cojo el libro de mi vida con las páginas sin numerar; sé donde está el principio, pero no puedo imaginar siquiera por donde queda el final. ¿Qué más da? Hoy es hoy. Siempre llevo en mi bolsillo bolígrafos de todos los colores, para poder escribir con el color que quiera, mi propia historia, a mi manera. Guiño el ojo derecho y sigo adelante, porque en verdad nunca he visto a nadie seguir para atrás.¿Que me caigo? Me vuelvo a levantar.Llorar. ¿Por qué no?Los tópicos no me gustan, siempre busco algo nuevo, siempre trato de dar a luz nuevas ideas que deje al mundo boquiabierto, pero no para impresionar, ¡nah! Lo hago para aprender y enseñar.La envidia no es mi estilo, y menos el llamar mucho la atención; paseo por la vida como un camaleón, cambiante a mi manera. No me importa lo que digan, no me importa lo que opinen sobre mi sendero y mi modo de recorrerlo; mi sonrisa es mi valiosa bandera.


martes, 11 de septiembre de 2012

Mi vida junto a ti (II)

A pesar de todas las lágrimas derramadas, de tener quebrado el aparentemente intacto corazón, todavía imagino mi vida junto a ti.
Creo una historia que es capaz de caracterizarnos a ambos, pero que en realidad es tan improbable e incierta, que la contraposición me absorbe, invitándome, a veces contra mi voluntad, a adentrarme en un estado "soñando despierta".
Tras una cortina de dudas abro los ojos y veo tu rostro. Tus ojos están cerrados y en tu cara se esboza una plácida sonrisa. Estás soñando. Te despierto socorrida por los suaves roces de mis labios sobre tu dormido y particularmente atractivo rostro. Abres los ojos desconcertado, parpadeas e intensificas tu mirada hasta tal punto de vencer mi resistencia por propia rendición. Me dejo llevar. Tú me cuidarás.

Noches principalmente inocentes en la orilla del mar, bajo el cielo sumamente estrellado, junto a una botella de vino a punto de acabarse, se vuelven feroces y peligrosas antes de llegar al edén.
Tú, yo y nuestra locura.
Tú, yo y nuestra complicidad.
Tú, yo y la luna.
Tú, yo y nadie más.

Tardes en el campo, mientras yo me dedico a dibujar y emborronar el papel varias veces antes de que realmente lo que hay en él me convenza, tú prefieres disfrutar del leve sol que anuncia la llegada del verano. Es fin de semana, domingo concretamente. Una tarde de domingo que no se vuelve absurda a tu lado.

Desaliento por tu parte. Las ideas no hacen más que colapsarse en tu mente, dando lugar a un estado de confusión, insomnio y ojeras preocupantes. Te llevas las manos a la cabeza, son las cuatro de la mañana. Suspiras, resoplas, das mil vueltas. Nada. Sales al jardín. Apagas y enciendes las luces y piensas que el cuarto café ayudará a que tu inspiración aumente. Nada. Yo, a pesar del cansancio bajo de la cama. No puedo dormir, me preocupas. Cruzo el umbral de la puerta colocándome bien el pijama y en mi cara se dibuja una sonrisa de comprensión. Me miras a modo de disculpa pero un grito de desesperación, de ayuda, brilla en tus ojos. Te beso la mejilla, la frente, la nariz... tú me abrazas sentándome en tu regazo y pronuncias con resignación, pesar y asco hacía ti mismo "No puedo..." Vuelvo a sonreír posando mis manos a ambos lados de tu cara cansada y te susurro "Claro que podemos, intentémoslo".

lunes, 3 de septiembre de 2012

Me equivoqué.

Ríos de sangre, lágrimas agrias. Mi corazón es como la pólvora mojada; ya no sirve para nada.
Me he aprovechado de él. Lo he puesto a prueba demsiadas veces y me equivoqué pensando que mi paciencia era infinita y mi alma era de hierro.
Me equivoqué.

.

Desearía de todo corazón poder odiarte; canalizar esta rabia que siento en actos destructivos que me lleven al masoquismo. Desearía no volver a saber nada de ti, no escuchar tu nombre allá donde vaya, no encontrar cierto parecido en las voces que resuenan en mis tímpanos y se clavan en mi alma.
Desearía no sentir nada, ninguna clase de snetimientos hacía tí; que no seas nadie en mi vida, que no influyas en ella.
Poder ver una foto tuya libremente, sin sentir ese dolor retorcido y perverso en el estómago.
Desearía no necesitar hablarte, que esto fuera más fácil.
Desearía olvidarte, que no me duela, que esto acabe.
Te deseo lo mejor. Sólo espero que cuando al fin madures y crezcas te des cuenta de todo lo que ahora no quieres enfrentar y que en resumidas cuentas no es tan terrible como crees.

domingo, 2 de septiembre de 2012

¿Cómo debo actuar? No lo sé...

Paras en seco y miras a tu alrededor. Te dejas las cuerdas vocales en un grito de socorro, pides al mundo que pare ese ritmo tan enloquecido que lleva, porque esta velocidad no está en tu manual de instrucciones que tienes sobre la vida.
Todo gira, todo te da vueltas y mil preguntas fugaces hacen mella en tu mente.
Lo que ayer parecía urgente, hoy se ha vuelto insignificante.
Aquellas personas a las que tanto necesitabas en el pasado se han vuelto un recuerdo efímero y frágil ante el paso de los días grises y faltos de su compañía. Y te preguntas ¿Qué hago aquí? ¿Por qué estoy sólo? ¿Qué he hecho yo para merecerme todo esto? ¿Hay alguien ahí?
Te preguntas si ese corazón, que antes latía a son del tuyo, está habitado por sentimientos; si aquella actitud fría esconde algún pesar; si la mirada muy víva y aparentemente feliz, agoniza de dolor.
Te preguntas, ¿Qué sigue? ¿Merece la pena el sacrificio?
Y cada mañana te despiertas cara a cara con la soledad, la cruel realidad, el mundo inundado de falsedad, envidia, celos y rencor. Hipocresía...
¿Cómo debo actuar? No lo sé.
Y cada día miras hacía tu futuro, borroso e incierto. Ignoras el presente. Sobrevives y te preguntan:
¿Cómo estás? y tú contestas: Bien, sigo respirando.
Y te resignas a arrastrarte hora tras hora, cumpliendo con tu rutina, ocultado tus sentimientos y fingiendo una sonrisa.
¿Dolor? Nah! Todo es psicológico...

sábado, 25 de agosto de 2012

AMIGOS

Podría estar mal, maldiciéndome a mi misma y lamentándome. Lloriqueando por las esquinas, recordando, pensando y sufriendo; desgarrándome y rompiéndome. Podría echarte mi dolor en cara, hacerte sentir culpable, chantajearte emocionalmente. Podría ir a rastras, haciéndome daño mirando nuestras fotos, repasando una y otra vez nuestras conversaciones físicas y virtuales. Por poder puedo, pero no lo hago y ¿sabes por qué? Porque gracias a esto ahora me siento más fuerte, me conozco más a mi misma. Sabía que acabaría pasando, pero no esperaba que pasara tan pronto, tan rápido. No te culpo.
Nuestros caminos se han separado. ¿Recuerdas que ambos creíamos en una cosa llamada destino? Creo que él se ha encargado de unirnos en un momento bastante peculiar de nuestras vidas. Hemos caminado juntos una porción del camino, pero ahora cada uno ha tomado su dirección. Eso no significa que desaparezcamos de la vida del otro, simplemente ya no recorreremos el mismo camino uno junto al otro. Yo seguiré estando ahí para animarte y sacarte una sonrisa cuando más lo necesites, construiré puentes cuando te sientas sin fuerzas de cruzar el río a nado, haré que la lluvia caiga en plena tempestad cuando pienses que no podría irte peor, te susurraré al oído" SONRÍE " todas las veces que haga falta. Seré tu bastón cuando te caigas y estaré ahí para reconstruirte cuando te derrumbes. Búscame cuando te pierdas, porque en mi siempre encontrarás un pedacito de ti. Te quise muchísimo, más de lo que jamás te puedas imaginar y porque ante todo somos AMIGOS, siempre lo hemos sido, y sabes de sobras que nuestro vínculo es algo especial para ambos.
Junto a ti he aprendido muchísimas cosas de la vida, de las personas, del mundo, pero sobretodo de mi misma. Una vez más, G R A C I A S.
Yo estoy bien. Mi energía y mis ganas de comerme el mundo están en aumento. Me siento con  fueras y estoy ansiosa por conocer nuevas personas, vivir nuevas aventuras, enamorarme una vez más, querer y que me quieran. Busco la estabilidad, busco mi futuro.
Estaré bien. Soy fuerte. Lo sé.

jueves, 23 de agosto de 2012

Impotente, egoísta, desesperada y cobarde. ¿Alguien da más?

Hoy, no es mi día, pero lleva sin serlo desde hace semanas, incluso meses.
No pretendo imponer mi voluntad ni mucho menos, sé que este tipo de cosas es imposible de tenerlo bajo control, pero todos tenemos un límite y mi límite está cada vez más cerca.
Cada vez que me dice:  "eres una inútil", "no sirves para nada", "parece que te hayan lavado el cerebro", "eres muy egoísta" o cosas similares siento que me acerco al abismo.
Pensé que era fuerte, pero me estoy dando cuenta de lo débil que he sido hasta ahora e incluso lo sigo siendo.
¿De qué sirve intentar luchar contra un imposible? ¿De qué sirve tratar de cambiar mentalidades que durante décadas han permanecido intactas? ¿De verdad vale la pena éste sacrificio?
Cuando siento que no puedo más y la impotencia y la desesperación se apoderan de mi siendo la necesidad de huir, de renunciar a todo e irme. Siento la necesidad de estar sola, de que todos me dejen en paz, de que se olviden de mi... pero es una necesidad momentánea que llega a mi muy a menudo y no se quiere ir.
Sé que estoy fallando en algo, pero no se en qué.

martes, 21 de agosto de 2012

Mi vida junto a ti.

¿Sabes lo peor? Lo peor es que sigo pensando en ti. Sigo echándote de menos. No, no, no. Éso no es lo peor. Lo más triste es que me he imaginado mi vida junto a ti, y me he dado cuenta de algo. Llámame loca si quieres, no me importa. Ya estoy acostumbrada.
Me he dado cuenta de que mi vida junto a ti sería maravillosa. He imaginado fríos días de otoño caminando por cualquier parque mientras las secas hojas de los árboles crujen bajo nuestros pies. Tu nariz roja y helada rozando mi mejilla mientras un escalofrío estremece mi cuerpo. He imaginado noches de invierno siendo dependiente de tu calor bajo las sábanas.  Verdaderas excursiones por prados imaginarios llenos de diminutas flores de todos los colores, tú colocándome un mechón de pelo tras la oreja y tu suave voz susurrándome al oído cualquier ocurrencia. Bailar bajo la lluvia en pleno mes de abril, y que el frío atraviese nuestros huesos. No me importaría.
Te veo crecer. Nos veo crecer juntos... dándote codazos en plena madrugada para que dejes de roncar, pelearnos por la manta, tomarnos el café cada mañana juntos, y estar ansiosa por llegar a casa del trabajo, para al fin verte, abrazarte, besarte e intentar hacerte día a día el hombre más feliz del mundo.
Que casi veo el resto de mi vida junto a ti. 
Casi te veo con sesenta años, con tu pelo plateado, tus gafas apoyadas en lo más bajo del tabique de tu nariz y tu barriga cervecera, sentado en tu sillón, leyendo cualquier novela, mientras esperas a que nuestros hijos lleguen a comer un domingo al mediodía.
Y a los ochenta, tú y yo, sentados en el porche viendo atardecer, recordando nuestra feliz y quizás hasta difícil vida juntos, pero estando los dos unidos. Habiendo superado todos los obstáculos que se nos interpusieron en el camino. Orgullosos el uno del otro y más enamorados que nunca.
¡Qué manera de soñar la mía!
No soy la clase de persona que jure amor eterno, porque nunca se sabe. Nada es para siempre, pero sí que podría haberte prometido intentar hacerte el hombre más feliz del mundo, estar a tu lado cuando más me necesitaras y tratar de no fallarte nunca, porque para mí, lo fuiste todo.

Hoy te escribo a ti, mi gran pequeña.


Te echo de menos. Quizás... quizás te haya valorado cuando te tenía cerca, pero ahora más que nunca me estoy dando cuenta de la falta que me haces.
No sé en que momento esta conexión se ha hecho tan notable, ni siquiera sé el momento justo en el que verdaderamente empezó esta amistad, pero si de algo estoy segura es de que tú eres un trocito fundamental de mi vida. Fuiste el hombro en el que tantas veces me apoyé, tuviste la manga siempre preparada para secar mis lágrimas y tu abrazo nunca me ha faltado para decirme que tú estás ahí, y que no permitirás que ningún fantasma me hiera. Estuviste atenta a todas mis historias, pendiente de mi persona.
No tengo palabras para describir este gran cariño que te tengo ni esta preciosa amistad que nos une. Y a pesar de todo lo que has hecho por mi a lo largo del tiempo hasta hoy, necesito pedirte un favor más. ¿Preparada?
No me dejes nunca. Estáte siempre conmigo, porque TE NECESITO y en gran medida soy lo que soy gracias a ti.
Sobra decirte que te quiero, que te adoro y... te echo mucho de menos.
Sólo quedan cuatro meses. Cuatro malditos meses. Justo cuatro. 

domingo, 19 de agosto de 2012

De menos. Nunca de más.

¿Echar de menos? Sí. Echo de menos a la parte de mi misma sonriente y contenta. Al pedacito de mi misma que era feliz porque sí, al trocito que me empujaba a hacer cosas demenciales por los demás con tal de sacarles carcajadas. Echo de menos mi aire, mi elemento, mis ganas de vivir, mi optimismo. Pero sobretodo echo en falta a las personas que día a día, semana a semana, mes a mes y año tras a año ha hecho que todos mis logros y todas mis alegrías tuvieran sentido.

viernes, 17 de agosto de 2012

Te escribo desde el silencio, donde todo hace ruido.

Mis lágrimas, dulce resultado de mi amargo sufrimiento, son la prueba que necesitas para darte cuenta de que existo.
Existo y respiro, pero no vivo. No tengo espíritu, tampoco tengo alma. Soy tan solo un ser inerte entre las manos del destino.
Soy una marioneta, gobernada por las circunstancias.
Tampoco estoy muerta. ¡Qué pena! Soy una pobre diabla que trata de resistir al triste y oscuro día a día.
Ya no valgo nada. He perdido mi libertad. Lo he perdido todo.
¿Qué puedo hacer? No QUIERO hacer nada. Sólo quiero dejarme arrastrar por la corriente, cerrar los ojos, dejar de respirar, dejar de existir, desaparecer y perecer entre éstas sábanas. 
Me he perdido, y lo más triste de todo es que no me volveré a encontrar.

Sonrío por compromiso.

Pienso. Me distraigo y acabo sonriendo.
Miento, finjo ser feliz y durante un momento me creo la mentira. Mi propia mentira.
Y me la creo hasta el punto de creer ser feliz, pero vuelvo a la realidad y me golpeo contra ella.
Vuelvo a ser yo misma y acabo aceptando mi compromiso una vez más.

¿Hay alguien ahí?

¡Socorro! ¡Ayuda! Grito desesperada. Todos los que me rodean se giran, me miran y siguen sus caminos, impasibles de mi dolor. ¿Hola? Estoy aquí, encerrada en esta jaula. ¿Por qué nadie me ayuda? ¿Por qué nadie me salva?    Me han abandonado todos. Aquí nadie intercede, nadie trata de romper las rejas de grueso alambre. Nadie me hace compañía. Nadie trata de reconfortarme. 
No les importas, querida Alina, me digo a mi misma. Y mientras tanto, sigo buscando las llaves, sigo esperando a que mis alas crezcan, sigo esperando a mi héroe salvador, porque en esta ocasión, ni siquiera yo misma puedo salvarme. 

jueves, 16 de agosto de 2012

BRO.

Una noche de verano. Una noche cualquiera. Un sábado de fiesta. Mucha gente, la discoteca estaba abarrotada de bailarines y bailarinas. Algunos mareados por los efectos del alcohol, otros sumidos en un frenesí debido a las sustancias ilegales anteriormente tomadas; y finalmente, estábamos nosotros, los borrachos de eufória, los felices innatos. 
¿Quién iba a decir que ahí acabaría conociéndote? ¿Quién iba a decir que tú serías una persona fundamental en mi vida y en mi crecimiento moral?
Desde aquella noche, hace un año y poco, apareciste de la nada, infundiéndome valor y ánimo siempre que lo he necesitado. Desde aquella noche, hemos compartido innumerables sentimientos y emociones, pareceres y opiniones, consejos, ánimos y sonrisas.
Desde aquella noche, te has ido convirtiendo en mi BRO, en un pedacito de mi, en una persona muy importante, que espero que permanezca en mi caos el mayor tiempo posible, porque tú, tú fuiste una de las personas que más coraje me infundió. Porque te necesito. Necesito tu cariño desde la distancia, tus consejos, tus canciones... Tú fuiste una de las personas que más confió en mi, y por eso te doy las gracias y te seré siempre agradecida.





Juntos, ante los logros y los fracasos, ¿recuerdas? Porque si estamos juntos, dividimos el dolor y multiplicamos el amor.
Te quiero, BRO.

Abrazando la soledad.

Otro día más que pasa y mi soledad sigue aquí, conmigo. A veces se marcha, y entonces me siento desconcertada porque los brazos que me rodean me asustan y cuando al fin me acostumbro al calor humano, mi soledad se revela, siente celos, unos celos enfermizos y vuelve; disolviendo y eliminando todo rastro de calor y de cariño. 
Al principio sufro, pero luego me doy cuenta de que mi soledad siempre será fiel, ella siempre volverá a mi cuando los demás me abandonen y me aferro a ella, la abrazo y contradictóriamente soy feliz, porque mi soledad está conmigo. Mi soledad no se olvida de mi. Nací abrazada a ella,  vivo a su lado y moriré tomándola de la mano.

Otra vez...

Estoy harta. Harta de sentirme culpable. Harta de tener que soportar lo mismo día sí y día también. 
Jamás me imaginé que éste sacrificio fuera tan grande. A veces me pregunto, ¿por qué? ¿por qué todo me va tan mal? ¿por qué siempre tiene que ir todo mal? ¿por qué nunca me sale nada bien? ¿karma, qué te he hecho? Porque por mucho que busque la respuesta no la encuentro. Le doy mil vueltas, pienso, rebobino al pasado, vuelvo al presente, busco errores, logros, situaciones propicias y no encuentro nada... absolutamente nada. 
¿Por qué me habéis dejado todos sola? ¿Por qué no hay nadie aquí conmigo? ¿Por qué tengo que ser tan egoísta? ¿Por qué soy tan egocéntrica? 
Me siento sucia. Estoy podrida. No valgo nada. No confío en mi misma. Hoy no. 
Otra vez me ahogo entre mis lágrimas. Otra vez tengo ganas de gritar. Otra vez tengo ganas de desaparecer...

miércoles, 15 de agosto de 2012

La cuenta atrás.

Tic, tac, tic, tac, tic, tac... para mi vuelve a empezar una vez más la cuenta atrás. Pero esta vez ésta cuenta me lleva hacía la felicidad.


Disuelve mi cordura.

Acaricia mi alma nuevamente, vuelve a calentar mi cama, para que cuando me meta entre las sábanas sienta tu calor.
Desprende tu perfume por todo mi cuarto y así poder inhalar tu olor cuando el aire contaminado de fuera trate de colarse por mis fosas nasales.


Haz que tu presencia sea mi droga.
Haz que me muera por ti. 
Haz que tenga sed de tu cuerpo
Haz que desee tus caricias como mis pulmones anhelan en aire.
Haz que te desee con todas mis fuerzas, siendo capaz de vender mi alma al diablo por una noche más contigo.



Vúelveme loca.
Provócame.
Vete.
Vuelve.
Sedúceme.
Quiéreme.
Mátame.
Ódiame.
Muérdeme.
Hiéreme.
Quémame.
Pero no me olvides. No quieras alejarte de mi.


martes, 14 de agosto de 2012

Compañeros en la misma soledad.


Y mientras estamos separados por esta maldita distancia, mientras nos separen todas nuestras diferencias nos está uniendo la misma soledad. Tú seguirás desnudando desconocidas mientras que yo seguiré enamorándome de todos los ojos tiernos que me encuentre por el camino. Tú seguirás preguntándote qué será de ti mañana, mientras que yo me dejaré arrastrar  por el destino. Tú seguirás con tu rutina, con tu cuaderno, con tus noches de fiesta. Yo empezaré una verdadera  y desconocida aventura, sola, como ya estoy acostumbrada. Tú me olvidarás en cualquier cajón, yo te llevaré conmigo. Y así irán pasando los días, las semanas, los meses, pero más pronto de lo que ambos nos imaginemos el viento no tendrá que ser mensajero, y ese SONRÍE, proferido con una voz familiar podré escucharlo mientras  son tus labios los que se posan en mi mejilla y mis brazos te envolverán en un cálido abrazo para recordarte que somos compañeros en la misma soledad. Que no pienso dejarte solo. Que estoy AHÍ, CONTIGO.

Tú.

No consigo dormir, sal de mi cabeza. - Me repito a mi misma.
No puedo dejar de pensar que tu voz era la única melodía que necesitaba escuchar, que tus ojos eran los únicos que mi mirada necesitaba ver, que tu sonrisa era la condición de la mía.
Tú. Tú hacías que me sintiera protegida y segura.
Tú. Tú eras capaz de sacarme verdaderas sonrisas.
Tú. Tú eres poesía.

lunes, 13 de agosto de 2012

8 de Mayo. 2012

En mucha ocasiones nos proponemos a nosotros mismos futuros objetivos que en el fondo de nuestra conciencia sabemos de antemano que antes de hora acabaremos echando por la borda.

Espero que algún día leas estas líneas. O no lo espero, porque sé que quizás te harán daño, pero eso sólo si estás igual que yo.

No sé cual fue el momento exacto en el que empecé a sentir algo por ti, pero ese tipo de cosas nunca se sabe con certeza.
La sensación fue aumentando su intensidad con el tiempo, cuando me di cuenta de lo frágil, sensible y herido que estabas. Con sólo ver tu mirada perdida, apagada, indiferente, me di cuenta de que necesitaba ayudarte, contarte las tonterías más grandes con tal de hacerte sonreír, las vivencias más personales, e incluso impersonales para que te dieras cuenta de que yo también me sentía como tú en muchos aspectos.
Me di cuenta de que te necesitaba estando bien, viéndote feliz: hasta inquieto, moviéndote de un lado a otro, cual niño hiperactivo debido a una dosis extra de azúcar. 
En ésos momentos no pensaba en nada, sólo quería estar ahí, para ti. Para que te dieras cuenta de que no estabas solo.


Nunca voy a dejarte sólo si tu no quieres.

Es extraño. Estás cayéndote a pedazos, descomponiéndote, perdiendo piezas por el camino y de repente llega alguien que con su única presencia, con su filosofía, su sonrisa y el color de sus ojos te recomponen, recoge las piezas caídas y los pedazos rotos y termina reconstruyéndote a su manera.
Cuando más perdida estaba, cuando todo estaba a oscuras llegaste para abrirme los ojos.
Me centré en ti. Lo intenté con todas mis fuerzas y finalmente lo logré, pero para mi pesar, llegué tarde.

Noto. Lo noto. Noto como tú también sientes algo. Noto tus ganas ocultas de protegerme, tu miedo ante el "adiós" que nos separará. Noto tu dolor, ése dolor por el que has pasado estos últimos meses y pienso que no es justo tener que perderte, no es justo tener que acostumbrarme a estar sin ti y te necesito. Necesito tus palabras, tu mirada buscándome en el semáforo a las 08:35 cada mañana. Necesito verte para estar bien.
¿Qué voy a hacer sin ti? ¿Sin hablar contigo? ¿Qué voy a hacer con tu libro entre mis brazos y cerca de mi corazón? ¿Qué voy a hacer con este nudo que no deja de aplastar mi estómago? ¿Qué puedo hacer?
Nada. Vacío. Desesperación. Nada. Un hola y un adiós.

* 7 de mayo. 2012

La vida me está arrebatando, me está matando.
Sé que no caeré. Sé que soy fuerte, que nada puede conmigo. Pero necesito caerme ahora. Necesito derrumbarme ahora porque sé que después no podré. Porque sé que después no habrá sitio donde dejarme vencer. Ya estaré muerta. Ya me habrán matado. Habrá matado a la persona que escribe ahora mismo estas líneas. Estarán matando a la Alina que sonríe con cualquier detalle aparentemente insignificante. Estarán enterrando a la misma Alina que en este instante está escuchando Mirror at the wall, en su cuarto de Binéfar, a las 00:26, con los ojos llenos de lágrimas.











Se pasará... todo se pasa.

7 de Mayo. 2012

Dolor, sufrimiento, abismo, hueco, vacío, nada.
No es fácil.
No me gusta.
No lo quiero, pero ahí está.
No es lo que yo quiera o no.
Es lo que hay.
Es lo que toca.
Pero soy maestra de la contradicción.
Ahora digo que me gusta.
Soy sádica.
Estoy en el suelo.
Aquí se está bien.
A veces también me gusta estar bajo tierra.
Es cómodo.
Me protege.
Sí estoy aquí abajo, ésos peligrosos rayos de sol. Ésos rayos de sol tan dolorosos no pueden alcanzarme.
No pueden arder mis poros.
No pueden quemar mis ojos.
Quizás porque ya soy ceniza.
Quizás porque ya estoy quemada.
Quizás, quizás, quizás...
Quizás de mi ya no quede nada.

23 de Abril. 2012

¿Alguna vez te has sentido solo? ¿Alguna vez has sentido el dolor en tu pecho? ¿Alguna vez te han dolido hasta los ojos de tanto llorar?¿Alguna ves te has ahogado en plena madrugada, inexplicablemente, producto de alguna pesadilla? ¿Has abrazado a la almohada como si fuera lo más importante en ese instante, lo único a lo que te podías aferrar? Como si fuera el único consuelo...

Me he encontrado sola en mi cama. Ese 0,90x2,00 metros se han transformado en kilómetros. He sentido el vacío, el frío, produciéndome escalofríos. He caminado por la calle con la soledad de la mano, estrechando sus etéreos dedos. He llorado sin que nadie se diera cuenta. Hora tras hora, arrastrándome hacía cualquier esquina de mi habitación para encontrar el calor.
Me he quemado la garganta queriendo decir tantas cosas, habiendo gritado, habiendo proferido aquellos chillidos que nadie quiso escuchar.
Me he caído en la oscuridad y me digo cayendo. Lo estoy haciendo. Lo sigo haciendo.
¡Es aterrador! No hay ninguna mano a la que aferrarme.
Soy invisible. Nadie me ve, nadie me escucha, nadie me recuerda, nadie sabe que existo.
Estoy aislada entre mis propias murallas.
Los monstruos de la oscuridad de mi mente están enredando mi cordura.
Pronto acabarán conmigo porque yo no quiero acabar con ellos. Son mi única compañía.

domingo, 12 de agosto de 2012

Hola mamá, hola papá...

Sé que quizás nunca leáis estas líneas, éstas líneas que deberíais leer, o mejor dicho, debería recitaros, cosa que no me atrevo a hacer, porque expresar mis sentimientos ante vosotros siempre ha sido bastante difícil.

¿Por dónde quisiera empezar?- Gracias, gracias por ser mis padres, por hacer todo lo posible para que a mi no me falte nada, aunque muchas veces a vosotros os haya faltado todo.
Gracias por quererme y apoyarme en todas mis decisiones, por regañarme todas las veces que ha hecho falta. Gracias por confiar en mi y sobretodo, gracias por haberme cuidado con tanta dedicación.
Ahora, que estáis tan lejos, y yo no puedo abrazaros, me doy cuenta de la falta que me hacéis.
Te echo de menos papá. Echo de menos tus consejos, tus charlas y tus abrazos. Echo de menos despertarme un domingo por la mañana y verte preparando el café; escuchar como cantas desde mi habitación y reírme porque no das ni una. Echo de menos que me abraces y me preguntes qué me pasa cuando notas en mi mirada que algo no va bien. Y me haces falta, ¿sabes? me haces falta porque a veces siento que no puedo seguir hacía delante si tú no estás a mi lado. Pienso en que no estarás aquí cuando conozca a aquel chico que quizás sea el amor de mi vida, no estarás aquí cuando tenga mi primera borrachera ni cuando un amigo me traiga a casa en su coche alguna noche. Estarás a 3000 malditos kilómetros, trabajando sin parar para que a tu niña no le falte nada. Y prefiero mil veces que me falte todo antes de que me faltes tú.
Te echo de menos, mamá. Mi contrincante. ¿Ahora con quién voy a discutir? ¿Con quién discuto, eh? Jamás me imaginé lo mucho que llegaría a echarte de menos. Aquel que haya dicho que una madre es única, no se equivocó, porque cuando te fuiste te llevaste una parte de mi y no sabes lo que me arrepiento por todos los abrazos que pude haberte dado y no te di, por todas las sonrisas que pude haberte sacado y no te saqué. Perdóname mamá, perdóname. Perdóname por no estar contigo en todos los momentos que podría haber estado. Daría lo que fuera por volver a aquellos momentos en los que un abrazo tuyo, un simple abrazo tuyo, era la solución a todos mis problemas, pero tú ya no estás aquí, y yo te echo tanto de menos mamá...
Ahora, que estoy sola, es cuando más estoy creciendo y quiero daros las gracias, gracias por haberme guiado y por haberme educado, porque gracias a vosotros soy lo que soy hoy en día.
Simplemente... os quiero más que a nada en este mundo.

Miedo.

Vuelvo a tener miedo en esta fría oscuridad. No, no le tengo miedo a la oscuridad propiamente dicho, le tengo miedo al olvido y al cambio, al cambio excesivo.
Me aterroriza pensar en volver y que él no se interese en mi persona, en que ni siquiera se moleste en venir, darme un abrazo y sonreírme como siempre ha hecho. Me aterroriza la idea de saber que está enamorado, de que otra chica sí que es capaz de estar a su lado, hacerle feliz y darle todo lo que él se merece.
Me aterroriza saber que en este momento, el todavía sigue siendo el centro de mi universo. Por mucho que intente luchar día a día contra este sentimiento no logro vencerlo y me siento la persona más impotente e incapaz del mundo.
Juro y perjuro que lo estoy haciendo, estoy luchando por no pensar, por no imaginar, por no sentir, pero yo, cuyo lema "nada es imposible, solo improbable", realmente veo imposible mi situación.
Y sé que éste miedo pasará con los meses, que se hará más llevadero y con un poco de suerte desaparecerá, pero hoy por hoy, en este mismo instante, no hay nada más que me duela que esta incertidumbre y este pánico a ser olvidada completamente.
Sé que apenas piensa en mi. Sé que no hice gran mella en su vida. Sé que no soy nadie para él y me consuela que él ni siquiera sospeche esta avalancha de sentimientos que arrasa dentro de mi espacio emocional, porque él no tiene que estar sometido a mis problemas. Él no tiene que soportar mis delirios.
Él tiene que ser feliz.

sábado, 11 de agosto de 2012

"Idas de olla"

Blanco, amarillo, azul, verde, rojo, indigó, naranja. 1, 2, 3, 4, 56, 98, 76. Cuesta, cuesta, cuesta. Duele. Me ahogo. ¿Por qué? Porque éste dolor de cabeza es insoportable y mis músculos están tan tiesos que hasta me cuesta girar sobre mi misma en esta chirriante cama.
Maldito gimnasio. Maldita obsesión por estar delgada. ¡Maldito pelo corto que no quiere crecer YA!
Tengo sueño. Necesito dormir. Me voy. Vuelvo. Me voy. Vengo. No sé. No sé nada. Bla bla bla. Tengo arcadas. Excusas. Muchas excusas. Me canso.

Reflexión.

Mientras tú me eches al olvido, y sonrías cuando otros ojos te miren. Cuando en tu mente ya no habrá ni un sólo rincón para mi y ya no necesites tener mi cuerpo cerca del tuyo, yo seguiré recordándote. Seguiré echándote de menos y esperaré todo el tiempo que haga falta en las sombra. No me asusta la oscuridad del desconsuelo, ni caminar por el filo de la locura. No me asusta la soledad. Pero les tengo pánico a los fantasmas del pasado, a los recuerdos inesperados, que llegan a mi sin ser invitados y a veces hasta se quieren quedar, pero yo los echo. Les digo que les daré lo que quieran con tal de que se vayan. Y de esta manera me quedo sin mi cordura, sin mi felicidad. Se llevan mi sonrisa, mi razón. Y me quedo vagando por las calles, cual loca despelucada, dando miedo a todo ser viviente que se cruza en mi camino.

¿Quién soy?

Porque no quiero a nadie. No necesito que nadie cuide de mi, ni siquiera quiero dejar de sentirme tan sola. El dolor es la prueba de que una vez fui feliz.
Mi garganta se cierra, se encoje sobre sí misma. Escuchar todos los días un "no vales para nada", "me has fallado" o "esto no me lo esperaba de ti", no ayuda a sobrevivir en este mundo lleno de dolor y de mentiras.
Quisiera volver, pero no puedo. No me lo permito. No soy débil. ¿Éste es el precio a pagar por un supuesto futuro que me espera? Sí. Estoy dispuesta a pagarlo, y a quedarme destrozada si hace falta.
Sonreiré y fingiré que todo va bien, que soy feliz. Me reiré y desprenderé tranquilidad, mientras que mi interior estará lleno de escombros, de páginas rotas de cuaderno, con la tinta corrida por las lágrimas de rabia y dolor. De pérdida.
Esto ya no lo puedo controlar. Ésta no soy yo. ¿Quién soy? Necesito encontrarme a mi misma. Tengo que poder sola, porque ya no queda nadie a mi lado para acompañarme en la búsqueda.

miércoles, 8 de agosto de 2012

Déjame que te cuente... (III)


Después de muchas horas sin saber nada del rastafari por fin me lo encontré, en estado de ebriedad, como no, pero le resumí lo ocurrido en los últimos quince minutos.
Mi tercera sonrisa insistió en que fuese a acompañarla al baño, donde se puso a hablar con un grupo de chicos y cuando casi me la llevé a rastras. Estaba mal. Ella también estaba mal.
-¿Dónde está él? - Me preguntó el rastafari.
-Ni lo sé ni me importa.- Dije muy dolida.
-Vamos a buscarlo.
-No.
-Va, vamos a buscarlo.
La última vez que lo había visto apenas se tenía en pie, con que muy bien tampoco podía estar. Acepté acompañarle.
Dimos una vuelta por la sala principal, y la única que estaba abierta, pero ni rastro de él.
-Voy a llamarle. - El rastafari cogió el móvil y marchó su número.
-¿Ei loco, dónde estás? ¿Fuera?
-Pregúntale con quién está. - Mascullé.
-¿Con quién estás nen? Dice que solo, y que está muy mal. Vale tío, tú tranquilo que ahora vamos.
-¿Qué te ha dicho? ¿Dónde está?
-En el parking, sólo. Dice que está muy mal.
-¡Normal, con todo lo que ha bebido! - Repuse enfadada.
Nada más llegar a la salida de la discoteca, los de seguridad, una mujer y dos hombres, nos miraron detenidamente por un instante.
-¿No me ponen sello? -Pregunté.
-Quien sale ya no entra. - Afirmó uno de los hombres.
Miré con desesperación al rastafari.
Me miró sonriente y me dijo:
-Sabes que yo no pinto nada ahí. Ves tú a estar con él.
-Pero...- Y mientras yo me quejaba él se dio la vuelta y bailando volvió a la ola de gente que descargaba sus últimas energías a las cinco de la mañana.
-Perfecto- refunfuñé. - Sola, sin saber donde está este... este loco inconsciente.
Salí al parking, pero mi vista no me permitía ver casi nada.
-¡Oh, mierda! - El suelo estaba lleno de piedrecitas.  Saqué mi móvil del bolso, busqué su nombre en la agenda y apreté la tecla de llamada.
Tono, tono, tono, tono y cuando estuve a punto de colgar me contestó.
-¿Sí?
-¿Dónde estás?- Dije con enfado.
-Aquí, en la rotonda...- De putis. Ahora tenía que encontrar una rotonda.
-¿Qué rotonda?
-En la rotonda... ven por favor, estoy muy mal.- Mi preocupación era evidente. Tenía que encontrarle cuanto antes. No estaba bien, su voz lo decía todo.
-Vale, no te preocupes, te voy a encontrar... vale, ya te veo. ¡Voy para allá!
Estaba en la acera que rodeaba la carretera que daba la vuelta a la rotonda, apoyado en una señal de "STOP". Apenas podía tenerse en pie.
Llegué a duras penas y ni siquiera sé como logré correr hacía él, que en cuanto me vio, se tiró al suelo cuan largo era. Me agaché a su lado.
-¿Qué te pasa?- Le pregunté con dulzura.
- Estoy muy mal... por favor, ven aquí, túmbate conmigo. Abrázame muy fuerte. No me dejes.
-Claro que sí. - Y le hice caso. Y me tumbé a su lado, sobre la dura acera. Coloqué el hueco de mi cuelo sobre su brazo y le rodeé con los míos. Me besó la frente, la nariz, la boca...
-¿Estás bien? Dios...- era verdad o estaba soñando. ¿Realmente me necesitaba? No me lo creía.
- Estás aquí conmigo... no me dejes.
-No te voy a dejar, ¿vale? No pienso dejarte. Estoy aquí contigo e irá todo bien. Tranquilo... - le decía mientras le llenaba la cara de besos.
Su cuerpo necesitaba expulsar el alcohol que revolvía su estómago y las arcadas empezaron a hacerse notar. - ¿Qué hago?- me pregunté- Nunca antes he atendido a una persona borracha... - pero recordaba como mi madre me cogía la cabeza cuando era pequeña para ayudarme a vomitar y eso mismo hice.
Para mi sorpresa no me daba asco. La preocupación podía con ése sentimiento. Las ansias porque él estuviera bien podían con todo.
Volvió a echarse sobre el duro pavimento. Volvió a abrazarme. Coloqué mi bolso debajo de su cabeza.
-¿Qué haces?
-Improvisar una almohada para que el suelo no sea tan duro. Eso es lo que hago. - Sonrió con los ojos cerrados.
-Vámonos al césped. Allí estarás mejor y no será tan duro como este suelo. Vamos...
Le costó levantar, pero al final lo logramos. Apoyó casi todo su cuerpo en mí. La cabeza le daba vueltas.
Llegamos al borde de la rotonda y comenzamos a cruzar la parte que contenía piedras para llegar al césped, pero en una fracción de segundo, un  paso mal calculado, mi tobillo se torció y en menos de lo que me habría imaginado mis rodillas frenaron el golpe de todo mi peso contra el suelo. Mientras caía vi como su cuerpo se precipitaba hacía delante y también caía al suelo. Mis tobillos habían aguantado bastante, pero de ahí no pasarían.
Se levantó lo más deprisa posible y vino en mi ayuda.
-¿Estás bien?-Dijo asustado.
-Sí, estoy bien. ¿Tú?
-¿Te llevo en brazos?- Preguntó mientras me quitaba los tacones.
-¡No! Nos matemos! - Y ambos soltamos una carcajada.
-Lo siento. - Supliqué. Y me puse de puntillas para rozar sus labios. Una vez más. Sólo una vez más.
Caímos rendidos sobre la suave hierba. Nos abrazamos. Encajamos nuestras extremidades de tal manera para que ninguno de los dos estuviera incómodo. Nos besamos. El cielo, lleno de estrellas nos miraba desde lo alto. Estaba feliz. Le estaba cuidando. No había permitido que le pasara nada. Estaba feliz por ello.



-Gracias por estar aquí a mi lado - murmuró- por cuidarme. No me dejes nunca. No quiero que te vayas. Cuídame siempre, por favor. – Y su abrazo entorno a mi cuerpo se volvió más firme. – Te necesito…
-Estoy aquí, cuidándote y siempre estaré a tu lado…- Las lágrimas quemaban mis ojos. Me apreté más contra él, escondiendo mi cara entre su cuello y el suelo.
Se sentó sobre el césped con la cabeza entré las rodillas.
-¿Estás bien? – Pregunté preocupada.
-¿Por qué me has dejado beber tanto?- vociferaba aparentemente sin conocimiento.
-Buena pregunta…
Giró la cara hacía mi. Nos besamos.
-Tengo frío. Ven abrázame.- Nos volvimos a echar sobre la fría hierba.
- Dios… ¡Pero si estás temblando!- Me asusté. Estaba demasiado frío. Efectos del alcohol, claramente. – Voy a dentro, el compañero tenía una americana, no creo que la use… voy a buscarla. ¡Necesitas abrigarte!
-¡No! No… No te vayas. Por favor, quédate aquí conmigo. Prefiero morirme de frío que estar sin ti.- Fue como encajar una patada en las tripas. No podía estar diciéndome eso… no en ese momento. No a un mes de que me fuera.
La necesidad de cariño que se reflejaba en sus ojos era sobrecogedora.
-Vale… no me voy, pero tendremos que hacer algo para que entres en calor. Ven. – Le ayudé a levantarse y apoyar su espalda en mi regazo. Mi cuerpo no era como una estufa porque también estaba helada de frío, pero era mejor que nada. Ahora lo más importante era ayudarle a él.  Necesitaba el calor más que yo.
Sus labios se volvieron morados y su piel pálida, con un aspecto enfermizo me asustó todavía más.
-¡Aguanta, eh! Si te pasa algo… si te pasa algo yo me muero…- Sonrió a escuchar mis palabras cursis. Sus ojos estaban cerrados. No podía ver mis ojos llenos de lágrimas.
No estaba a punto de llorar porque él estuviera así. Era una simple borrachera.
Me mataba la idea de alejarme de él, de que quizás, aquellos momentos fueran los únicos que vivirían a su lado. Me mataba la idea de que pudieran hacerle daño de nuevo.  Me mataba la idea de saber que en el futuro sus pensamientos, sus líneas y todas sus sonrisas le pertenecerían a otra persona y el tiempo se encargaría de borrarme de su mente. – Pero yo siempre te tendré presente. Inexplicablemente.
Se removió entre mis brazos mientras yo trataba de frotar mis pequeñas manos por su espalda, para camuflar el fresco de la madrugada.
-¿Por qué me estás haciendo esto, eh? – La pregunta iba más dirigida hacía mi misma que hacía él.
-No me preguntes estas cosas hoy… pregúntamelas mañana.- Ya estaba en los brazos de Morfeo.
-No… no sé por qué estoy aquí, contigo. Yo estaba enfadada.
-Porque me quieres…- Respuesta que por su parte, jamás habría esperado.
-¿Y tú a mi?
-No tanto como tú, pero yo también te quiero.
Me tomé la libertad de liberar una mano de su espalda y acariciar su rostro, el contorno de sus labios, las órbitas de sus ojos cerrados, la fina forma de su nariz. Suspiré.
-¿Sigues teniendo frío?- Le pregunté.
-Sí.- Giró su cuerpo en un mínimo momento y su boca presionó la mía. – Tengo una idea para entrar en calor.
-¿A sí?- Tonta de mi.
-Sí..- Y poco a poco nos tumbamos sobre el frío césped, cara a cara. Su cuerpo dio otro giro y acabó sobre el mio. Su mano derecha buscaba mi rodilla. Una vez localizada, y mientras nos seguíamos besando, ésta trepó por mi pierna esquivando mi vestido.
-No. – Cogí su mano. Me miró con los ojos abiertos primero. Después con curiosidad.- Nunca he estado con nadie y … yo no quiero ser para ti el polvo de una noche.
-¿Nunca has estado con nadie? Pues mejor, así te estreno.- Un atisbo de machismo se asomaba en su rostro. - ¿Me estrena? ¡Cómo si fuera una camiseta!
Le di un empujón algo molesta y me lo sacudí de encima.
Me amarró de la cintura y me giró sobre él. Atacaba mi cuello.- Que no me quede marca, que no me quede marca…, dios, que calor, demasiado calor…¡contrólate! Estáis en una rotonda, pronto empezará a amanecer. No y no. Me niego a que pase algo en estas circunstancias, y además él estando borracho. ¿Se acordará de algo mañana?... – Yo seguía con mi monólogo interior mientras él jugueteaba con mi cuello y el lóbulo de mi oreja.
-Para… no está bien esto…- parpadeó.
-¿Por qué?
-Mira donde estamos.-  Hizo ademán de levantarse y finalmente lo logró con dificultad. Me tendió la mano.
-¿Vamos?
-No. Nosotros nos quedamos aquí, porque tú no estás en condiciones de hacer nada.
-Sí que estoy en condiciones. Estoy en todas mis facultades mentales.- Sonreía.
No podía hacerme eso, no podía hacérselo a él. Me moría de ganas, pero ése no era ni el momento ni el lugar.
-Ven, siéntate.- Se volvió a sentar a mi lado. Me miró con seriedad.
-¿De verdad que nunca has estado con ningún chico?- Noté como mis rostro se volvía más colorado.
-Nunca…- intenté bromear- ¿quién iba a querer estar con una chica como yo?- Me miró un instante antes de contestar.
-¡Pues yo!- Sorpresa.  Solté una carcajada nerviosa. Desde luego, el alcohol es muy peligroso.  Empezaba a creer que el tópico “Los niños pequeños y los borrachos siempre dicen la verdad” no era del todo cierto. Aun así estaba “orgullosa” de mi fortaleza.
-Gracias… gracias por hacerme sentir tan querido. – No tenía respuesta para eso.
El sol asomaba sus primeros rayos por el horizonte.
-¿Tienes saldo? Déjame llamar a mi madre por favor, me encuentro mal.- Seguía muy pálido, pero al menos ya no tenía náuseas.
-Claro que sí. – Rebusqué en mi bolso y saqué el móvil. Entretanto nos levantamos. Nos abrazamos. Estábamos cara a cara, frente a frente.
-Hola ¿mamá? Soy yo. ¿Me puedes venir a buscar, por favor? Me encuentro mal. Tengo frío. Sí. Estamos aquí. Gracias mamá. – Las lágrimas brotaron de sus ojos para escurrirse por su mejilla. Nada más colgar, se quedó mirando  la pantalla del celular.
-Te quiero…- susurró. Alzó la vista y me devolvió el móvil.
Todos mis esquemas se rompieron, me trasmitió tanta ternura que mis rodillas fallaron por un instante. Sequé las lágrimas de su cara mientras le lancé una mirada de comprensión, llena de cariño, le abracé. Nos abrazamos.
-Ella también te quiere. Y mucho. – Repuse.
-Qué grande eres- masculló mientras me daba un beso en la coronilla.
- Un metro sesenta, ya sabes.- Reímos.
-Ya sabes a lo que me refiero…-Nos besamos.
Cogió mi mano y empezó a caminar.
-¿Dónde vamos?- Pisé mal y volví a torcerme el tobillo.
-¿Cuántas veces te has torcido el tobillo esta noche?-  Se burló.
-No lo sé, muchas… - me quejé haciendo pucheros.
-Vamos a hacerle las cosas más fáciles a mi madre. – Adoraba a su madre y estaba segura de que ella le adoraba a él. Era imposible no adorarle.
-¿Sabes? Hacía cuatro años que un chico no me besaba, ni me acariciaba, ni me abrazaba así... -susurré escondiendo mi cara en su pecho. Sonrío.
-Pues aquí me tienes, entero para ti solita.- Mío. Sólo por un instante, pero mío.
Tomados de la mano empezamos a caminar carretera abajo, dejando la rotonda, la discoteca y aquella maravillosa e inolvidable noche atrás.
Con paso lento, fuimos avanzando mientras el sol asomaba su somnolienta cara.
-Vuelve con las chicas a la discoteca. – Estaba ¿preocupado?
-Mmmm no. No pienso dejarte solo. Me esperaré contigo hasta que llegue tu madre. Además…- me quedé mirando el vacío.
-¿Además qué?- Preguntó impaciente.
-Ya no puedo entrar. Tengo que esperar a que salgan… - expliqué divertida.
-¿Pero por qué?- No lo entendía.
-Fácil. Porque si sales, ya no puedes entrar.
Se quedó perplejo, pensando en a saber qué.
Paramos para esperar a su madre. Me abrazó por detrás y así, como dos enamorados nos quedamos hipnotizados mirando el amanecer.
-Mira que bonito amanecer…- susurró con dulzura junto a mi oído.
Abrazos, besos, cariño y anhelo. –¿ Me arrepentía de no haber accedido a tener intimidades con él? No quise pensar en eso. Disfruté de la magia del momento.
El coche de su madre apareció. - Él, me volvió a abrazar. – Su madre redujo la velocidad hasta estacionar cerca de nosotros. – El me besó.- Yo estaba alucinando.
-Gracias guapísima. Adiós- Me dijo con una sonrisa mientras se dirigía hacía la puerta trasera del coche gris verdoso.
Me quedé tranquila, ya estaba en buenas manos y dando la vuelta para volver delante de la discoteca a esperar a los que todavía seguían dentro, estaba a punto de enfrentarme a todas mis preguntas, a todos mis miedos y al desenlace de aquella historia.
¿Se acordará al día siguiente? ¿Para él también habrá  sido tan especial? ¿Se arrepentirá?
Suspiré mientras me abracé a mi misma por culpa del fresco. - Algún día espero que conteste a todas estas preguntas, hasta entonces, me espera un buen almuerzo con mis amigas y una buena tarde de sueño, que me ayude a recuperar el perdido.
Y mientras seguía caminando sola, por el borde la carretera, pensando en todo lo ocurrido en la noche anterior, una sonrisa se dibujó en mi rostro y la esperanza tiño mi alma.
- Nunca perderé mi sonrisa.- me juré a mi misma. - No lo haré.

Déjame que te cuente... (II)


Estaba muerta de sed y en cuanto me pusieron la jarra de sangría delante, no lo dudé ni un segundo. Llené mi vaso y me lo bebí casi de un trago.
Más sed. Otro vaso.
Él, a lo lejos me miraba. Yo, en secreto me divertía.
Tras la mitad del segundo vaso empecé a relajarme y a pasármelo bien. El engañoso alcohol del vino empezó a hacer efecto. No paraba de reírme. No podía ni quería controlarme. ¿Qué más daba? ¿Qué importaba? Quería que por una vez en mi vida alguien me cuidara, alguien estuviera pendiente de mi... Me sentía egoísta por pensar así. - ¡Basta!- Me dije.- Disfruta, pásatelo bien y punto.
Tras muchas fotos, solucionar la factura de la cena y mojarnos la nuca en los lavabos decidimos salir fuera, junto a todos los demás, en la terraza del restaurante.
El ambiente estaba cargado de buenas vibras, de euforia, de alegría y también de alcohol. El compañerismo zumbaba en el aire, el cariño y el aprecio y depende en que zonas, el amor.
El hermano de mi negrito me agarró de la cintura.
-¿Sí que estás bonita esta noche, no?
-Gracias.- Sonreí y le guiñé el ojo. - ¿Dónde está tu hermano? ¿A qué hora vamos a la discoteca?
-Si quieres... puedo ir contigo y te enseño donde está mi hermano. Los dos solos... un paseo.- Todavía estaba mareada por la sangría, no pensaba con claridad, pero noté sus intenciones.
-No sé, déjame pensar... - Busqué a mi tercera sonrisa.
-El hermano de mi negrito quiere que nos vayamos a buscarlo al restaurante donde están cenando. ¿Voy con él vale? - Dije entre carcajadas.
-No. Tú no te mueves de aquí.- Estaba seria. Ese chico no le convencía.
-¿Otro cubata?- Hice ademán al vaso medio vacío que sostenía en la mano.
-Bah. - Se giró y se fue con una sonrisa en la cara. Su sonrisa.
Yo seguía con mi falsa felicidad.
-Bueno, ¿nos vamos? Sino... vámonos a un paseo. Tú y yo. Para hablar tranquilamente, aquí hay mucho ruido.- El hermano de mi negrito estaba impaciente. Yo nerviosa. Empecé a ponerle escusas hasta que se sentó sobre una silla.
Me acerqué a él, que estaba sentado en una silla, apartada del resto. Me senté a su lado. Todavía mi mundo seguía dando pequeñas vueltas y le solté sin medir mis palabras:
-Oye...- Me miró diciéndome que continuara.- cuando un nene le dice a una nena de irse por ahí a dar una vuelta... ¿eso qué quiere decir?
-Pues ya sabes, quiere tema, merengue merengue. ¿Quién te ha pedido eso? - Enarcó una ceja.
-Bueno, el hermano de mi negrito, pero...no sé que hacer. ¿Qué hago?- No le gustaba lo que estaba escuchando, o al menos, su rostro no demostraba que le agradara mi momento de duda.
-No sé, no puedo decidir por ti. Tú sabrás lo que quieres hacer.- Su semblante era serio.
-No te estoy diciendo que me digas lo que tengo que hacer. Simplemente quiero que me des tu opinión como buen amigo mio que eres. Porque eso es lo que somos, ¿no? amigos.
- No lo sé... - Se encogió de hombros.
Nos quedamos mirando a los ojos. Hablábamos a través de la mirada, como de costumbre. Nos lo decíamos todo sin articular ninguna palabra, ignorando al hermano de mi negrito que no paraba de llamarme para que fuera con él.
-Ves...te están llamando, y además te dicen "mi amor". - Su tono era molesto.
-Odio comunicarme contigo a través de la mirada.- Ironía en estado ON. - Lo sabes, ¿No?
Sonrío amargamente. Me levanté de la silla para acudir al llamado que me hacían desde hace rato y finalmente me dejé convencer para irme con el pequeño acosador, pero no quise alejarme demasiado.
Él, y su mirada inquisitiva nos seguían de cerca.
-Vamos por esa calle. Por favor. Tú y yo. Un paseo.
-No, es que me duelen los pies. ¿Has visto qué tacones? - No sabía que más escusas soltar.
-Pues vale, entonces sentémonos aquí. Pero ven, acércate... dame un beso.- ¡Socorro! ¡Help! ¿Qué hago? ¿Quién me ha metido en esto? No quiero besarle. No me gusta. ¡No y no! Piensa, piensa...- ¿Qué pasa? ¿Por qué no me besas?
- Pues... digamos que yo estoy muy pillada por un chico. Pero mucho.
-¿Y quién es él? ¿Está aquí?- Asentí.
-¿Ves a ése chico que está ahí sentado en la terraza? Camisa blanca, corbata negra, ojos verdes...- Una sonrisa inmediata se dibujó en mi rostro.
-¿Ese? ¿Qué tiene él que no tenga yo?- Solté una risa nerviosa e incómoda.
Se estaban preparando para una foto de grupo y ésa fue la campanilla que me salvó, porque salí casi corriendo para unirme al grupo cuando él se cruzó en mi camino, con los brazos abiertos y me dio un abrazo. Yo le abracé también, llenándole una vez más el inmaculado cuello de su camisa con mi pintalabios rojo pasión. Bueno, lo que quedaba de pintalabios.
De repente la gente empezó a desaparecer por grupillos, dirigiéndose a la parada del autobús que nos iba a llevar a la discoteca. Eran casi las dos de la madrugada. La noche envejecía.
Mi tercera sonrisa se me acercó.
-Repito. Ésta es tu noche. Ataca tigresa. Yo haré lo mismo.- Seguía borrachita, tanto alcohol no era normal en ella.
-No, no pasará nada, estoy segura de ello.- Era sincera.
- Lo he visto. Te busca. Te necesita. No te deja tranquila...
-¿Vienes?-Me dijo él con una sonrisa.
-Vamos.- Se la devolví.- Pero no corras tanto, porque llevo tacones y me duelen los pies. Un paso tuyo son tres de los míos, jo, no vale!- Su risa resonaba en la noche.
-¿Por qué te has puesto tacones? Yo, si fuera una chica, me pondría deportivas.
-¡Si, claro! Y parecería una enana.
-Corre enana, súbete, que te llevo a caballito. - Intenté hacerlo, pero el vestido no me lo permitía. Volvió a reírse. Nunca lo había visto reír tanto.
- Espera y verás. - Me quité los zapatos y salí pitando detrás suyo, pero el suelo estaba lleno de piedritas y no podía seguir.- Oye... ¡ayúdame! - mis palabras semejantes a las de una niña pequeña sonaron caprichosas.
-No soy tu príncipe azul...- me quedé perpleja ante su comentario.
-Claro que no lo eres. Los príncipes azules destiñen, son los peores.
Seguía correteando calle abajo cuando le grité.
-¿Que te piensas? ¿Que seguiré corriendo detrás tuyo?- Reí histéricamente. No lo entendía.
-No, porque no podrás mantener mi paso. Soy demasiado rápido.
-No suelo perder el culo por ningún chico.
-Pero por mi sí. - ¿Será engreído? Pensé.
Y entre saltos, giros y risas llegamos a la parada del autobús donde había muchísima gente. Perdí a mi tercera sonrisa que me pidió de manera desesperada que no me separase de ella en toda la noche. Vale, localizada. Estaba hablando con él en las puertas del autobús. ¿Qué estaban tramando?
Me tranquilizaba tenerla ahí conmigo, aún en estado de ebriedad. Cuando ella estaba cerca yo estaba más segura de mi misma, estaba tranquila, era más "fuerte". Era mi maestra.
Logramos llegar al autobús y coger sitio, repartieron las entradas y arrancando motores el vehículo, lleno de jóvenes con muchísimas ganas de divertirse y eufóricos por pasar una noche inolvidable. Una noche que quedaría marcada en sus memorias lo que les quedaría de existencia.
Canción tras canción, grito tras grito, felicidad, alegría y el autobús llegó a su destino.
Necesitaba ayudar a mi tercera sonrisa, y quién mejor que él para echarme un cable. Bajamos del autobús y le agarré del brazo.
-Necesito que me ayudes con algo... mi tercera sonrisa y el compañero...
-¿Qué?- De nuevo estábamos a diez centímetros. Mi boca estaba seca y mi corazón latía a contratiempo.
-Que me ayudes.
-¿Ellos dos?¿Desde cuando?
-Es que acaso no te has dado cuenta en clase?
-Pero sí no es guapa... bueno, no es tan guapa como tú. - Me acarició la cara.- Tengo que ir al baño.
-¿Me vas a dejar sola aquí?
- ¡Acompáñame!
-Es igual, voy a buscar a las chicas. Dentro nos vemos.- Pero no me giré para ir con las chicas que me estaban esperando y me lo quedé mirando. Vi como le daba la mano a la gemela de Inna y se iban "al baño". Se lo dije a mi tercera sonrisa con mucho pesar, a lo que ella me dijo que no me preocupara, que ellos se conocen desde pequeños y que no iba a pasar nada. Eso me tranquilizó.
Una vez dentro el gran grupo que había en la entrada empezó a dispersarse, tomando cada uno una dirección diferente.
La rubia y mi colombiana, bastante borrachas desaparecieron entre la multitud, mi tercera sonrisa se perdió con el compañero y yo... yo me quedé sola. - Así pasarás toda la noche, sola.- Comencé a dar vueltas entre la gente bailando y vibrando al ritmo de la música hasta que vi a Raquel y con Raquel estaba él. Levantó las cejas en un saludo al verme. Me acerqué a ella y le dije:- ¿Cuídale, sí ? -Ella, que sabía toda la historia articuló un "sí", entre cubata y cubata. Pero cambié de pensar y les seguí hasta dar con la gente a la que había perdido.
La música sonaba y nuestros cuerpos se acercaban y se alejaban gobernados por su ritmo.
Una canción, y otra, y otra. Un cubata, tras otro, tras otro... estaba bebiendo demasiado y a pesar de decirle que no estaba bien, que le sentaría mal él seguía bebiendo. Yo no era nadie para decirle nada en relación con el alcohol... tampoco me haría caso.
-Ahora vengo.- Y se perdió entra la gente.- Seguí bailando pero tenía sed y decidí ir a la barra a recoger mi malibú con piña, y en la barra estaba él, esperando su vodka con limonada. - Voy para allá.
-¿Espérame, no?- estás siendo pesada. No seas pesada. Déjale, él se sabe cuidar.- Me decía a mi misma.
-Vale, va...- La música llenaba el aire. Las canciones, conocidas por todos, eran bailadas y cantadas.
Llegamos con los demás y comenzamos a bailar otra vez. A nadie se le hacía raro. Todos lo habían visto. Todos lo habían notado.
Pegados, separados, con otras personas... bailamos. Bailamos. Bailamos...
Mi colombiana y el rapero empezaron a besarse. No nos lo podíamos creer… ¡eso sí que era nuevo!
Omega el fuerte hacía sonar su canción Estrella de Madrugada cuando me cogió de la cintura y entre movimiento de cadera y algún que otro abrazo acercó su cara a la mía y sus dientes rozaron suavemente mi mejilla izquierda. - Sorpresa. Nervios. Ganas de más. ¿Calor?
Nos separamos. Su mirada era inescrutable y divertida. Me acerqué a él con mi copa en la mano, la alcé y mientras la chocaba contra la suya dije:
-Por nosotros. Por esta noche.
Él asintió y ambos bebimos lo que nos quedaba.
Daddy Yankee y su "Despedida" marcó el ritmo, y mientras nos cantábamos aquellos versos al oído, llenos de significado para ambos acercó sus labios a mi oreja y volvió a presionar sus dientes contra mi piel.
Nervios. Muchos nervios. Me alejé de él y seguí bailando con el resto. La situación era perfecta. Bailar con él, pegados, cuerpo a cuerpo, era perfecto, pero ¿cuánto duraría? -Mejor no pensar en eso.
Y volvimos a arrimar nuestros cuerpos, hasta que finalmente su boca trepó por mi cuello y clavó sus molares en mi yugular. Un cálido cosquilleo inundó cada célula de mi cuerpo. Nunca, nadie había rozado esa zona. Nunca nadie me había hecho sentir aquello.
"Pégate más " fue la canción que logró pegarnos todavía más si era posible y finalmente, nuestros labios se fueron acercando, nuestras miradas clavadas la una en la otra escrutaron el significado de cada gesto y finalmente noté su aliento en mi boca. Nos besamos con suavidad. El mundo separó durante un instante. No me lo podía creer. Mi pulso se disparó. Mis manos, enganchadas a su camisa estaban temblando. Sus besos sabían a cerveza, pero no me molestó, al contrario, fue una sensación agradable.
Nos separamos para mirarnos y sonreírnos y le susurré al oído:
-¿Nos vamos de aquí? A un sitio más tranquilo, me duelen los pies. - Llevaba alrededor de diez horas con los tacones. - Dubitativo asintió.
Pero en ese momento apareció mi tercera sonrisa, llorando y maldiciendo. El compañero se había dado el lote con otra. Le había hecho daño en su noche, en su tan esperada noche. ¿Qué podía hacer por ella?
-Espera- le dije a él. - No puedo verla así. - Me tiré en sus brazos, me abrazó pero cuando me di la vuelta desapareció. Traté de animar a mi tercera sonrisa. Imposible... el alcohol tampoco le ayudaba. Menuda noche...
Se me volvió a acercar, me plantó un beso y se perdió entre la multitud.
Grité el nombre del amigo que le seguía para llamar su atención.
-¿Dónde vais?
-Dice él que vayamos a conocer nenas cachondas. - Decepción. Preocupación. ¿Nenas cachondas? Todo lo que fui construyendo durante toda la noche se derrumbó en un instante. ¿A caso no le había gustado mi beso? ¿Tanto había perdido la práctica? ¿A caso sólo fui un lío más en una noche de fiesta? No... Debía haber otra explicación. Pero en cuanto me giré creí saber la verdad. Mi expresión debía de ser aterrorizante, porque todo mi mundo, pedazo a pedazo se cayó. ¿Se estaba besando con la gemela de Inna? Toqué el brazo de mi rubia.
Él me miró y siguió. - No, no podía hacerme eso. ¿Por qué? ¿Qué le había hecho yo? Rabia. Dolor y lágrimas.
-¿Qué pasa? ¿Qué pasa?
-Eso pasa... - Pegué la vuelta y me fui en busca de mi tercera sonrisa.
Lloramos las dos, lloramos, nos quejamos, nos desahogamos y nos fuimos a bailar, a olvidar las penas y a esperar que esa maldita noche acabara. Esa esperada noche por las dos, pero predestinada a terminar en desastre. Quién lo iba a decir...
No dejaba de repetir lo mismo.
-Pero si me regaló su libro preferido, hablamos, era mi genio de la lámpara... pensé que sentía algo por mi...
Y las chicas que me rodeaban no paraban de decirme lo mismo.
-Es un chico. Son capaces de vender hasta su alma con tal de obtener un polvo. Todos son iguales.
Pero yo seguía pensando que él no era como los demás, no lo era...
La gemela de Inna se me acercó, diciendo que no había pasado nada entre ellos, que él iba muy borracho y no sabía lo que decía ni lo que hacía. Pero ya no quería verle, no quería saber nada de él. Sólo quería llegar a mi casa, darme una ducha, meterme en mi cama y dormir, dormir, dormir y no despertar. 

Déjame que te cuente... (I)


-¡Corre! Date prisa.- Gritaba mi madre desde la cocina. Necesitaba dos minutos más, sólo dos minutillos más, para poder ponerme los pendientes, arreglarme el escote del vestido, coger el bolso rojo a juego con los andamios que tenía por tacones y salir pitando de casa.
Mi padre, mi tía y mi primo me estaban esperando abajo en el coche con el aire acondicionado puesto. El calor estaba llegando a un punto casi insoportable apenas terminando ya la primera semana de junio. - Nos espera un verano muy cálido. Quizás demasiado. - Pensé.
El viaje en coche por la autopista se me hizo leve. Mi primo no paraba de sonreírme. Era tan adorable, una de las pocas personas (mini persona en este caso) capaces de alegrarme el día fuera cual fuera mi estado de ánimo.
Llegamos al aparcamiento que estaba bastante apartado del Auditorio Municipal, no fue muy difícil encontrar sitio. Bajamos del lujoso coche de mi padre, un capricho que se acabó dando tras tantos años de trabajo y esfuerzo. Ése era su sueño.
Bajé del vehículo a duras penas, el gentío que inundaba las calles me miraba con expresión curiosa.
-¿Esperad un momento!- Exclamó mi padre tras haber cruzado el paso de cebra que aceptaba ser pisoteado por tantas personas diariamente sin quejarse lo más mínimo. - ¿La ropa que te tienes que llevar piensas dejarla en el coche o cómo va esto? - ¡Dios! Con los nervios no me acordaba de que esa noche iba a quedarme a "dormir" a casa de una mis sonrisas, y digo "dormir" porque seguramente llegaríamos una vez asomado el sol por el horizonte.
Torcimos hacía la derecha, en dirección al Auditorio Municipal, lugar donde íbamos a celebrar nuestras deseadas orlas. - No vendrá.- Pensé. Estaba mentalizada casi al cien por cien de que no le vería hasta la hora de la cena y en cierto modo me tranquilizó pensar así, pero el tono de mi llamada, concretamente Russian Rulette de Rihanna, me alejó del hilo de mis pensamientos y cuando miré la pantalla dudé por un instante. Parpadeé. Contesté. Caminaba con dificultad por las benditas aceras. Estés acostumbrada o no a llevar tacones, catorce centímetros de más, se notan.
-¿Sí?
- ¡Hola! ¿Dónde estás?
-Emm, estoy a cinco minutos del Auditorio. ¿Tú?
-Nosotros estamos en la estación de buses porque se nos ha retrasado uno, pero en nada llegamos también.
-Espera, ¿vosotros?
-¡Sí, él está conmigo! - Felicidad, alegría, ilusión y nervios. Muchos nervios.
Problema a la vista. En teoría sólo se podía entrar con entrada y según mis matemáticas cuatro personas no podían entrar con una sola, pero tenía mis prioridades y sobretodo, tenía que hacerlo todo sin que mi madre se diera cuenta.
Encontré a dos de mis cuatro sonrisas, más guapas que nunca, con sus perfectos peinados y sus indescriptibles buenas vibras. Ésa iba a ser nuestra noche.
Me encargué de que mis padres y mis tíos estuvieran en el recibidor del gran edificio, básicamente para no pasar calor en la parte de fuera, expuesto al sol y salí con paso decidido a echar un vistazo para ver quién más de clase había llegado.
A pesar de mis dioptrías y mi pésima vista no me costó nada reconocerle. Era él. El mismo que viste y calza. Camisa blanca, corbata negra, tejanos oscuros y zapatos negros. Me miró con sus familiares ojos. Me desarmó. Le sonreí. No podía evitarlo. - Fallo mio. Era tonta. Mi tercera sonrisa iba a matarme. Ése no era el plan. Tenía que pasar de él para que así él viniera (psicología inversa, que normalmente funciona con el mayor porcentaje del género masculino).
-Espera- me dije a mi misma -¿qué lleva en las manos? - Me fijé mejor. ¡No me lo podía creer! ¿Cervezas? ¿Varias?
- ¡Mira quiénes han llegado!- solté sin pensármelo mucho. Sonreí a los dos amigos.
-¡Tengo algo para ti!- Dije girándome hacía Él, cuya expresión era de sorpresa. Abrí mi bolso, demasiado pequeño para poder sacar cómodamente el monedero donde estaba su entrada, pero para mis pequeñas manos eso parecía misión imposible. Le tendí mi monedero mientras intentaba cerrar el bolso. - Busca la entrada.
-¿Pero dónde está? - Estaba sudando como un pollo. Hacía calor.
-Por ahí. Mira bien. - Mis dos primeras sonrisas nos miraban con curiosidad mientras se reían y cuchicheaban algo. Después les preguntaría.
Conseguí sacar su entrada y entregársela a duras penas.
-Hueles a alcohol y estás sudado como un pollo - Dije primero seria y después algo divertida.
-Unas birras no van mal de vez en cuando. - ¿Sólo unas? Llevas unas cuantas demás.- Pensé.
-Ha llegado el gran día... - Sonreí. Estaba nerviosa.
-Sí...- Me sonrío. Sin haberme dado cuenta siquiera y a pesar de toda la gente que nos rodeaba su cara estaba a diez centímetros de la mía.
-Ven aquí.- Le dije. Y en menos de lo imaginado ya no había espacio entre su cuerpo y mi cuerpo. Mis brazos alrededor de su cuello. Los suyos alrededor de mi cintura. - Abrázame fuerte. Muy fuerte.- Susurré. Y firmemente obedeció.
Echaría de menos aquellos brazos. Lo sabía.
Deshicimos nuestro abrazo con una sonrisa en la cara de ambos.
Mi tercera sonrisa (que acababa de llegar) estaba perpleja.
Se acercó con su vestido negro, sus andamios y su peinado recién salido de la peluquería.
-¿Qué haces?
-Abrazarle...- Feliz. Estaba feliz de tenerle ahí, de tener a las personas más importantes en mi vida ahí reunidas.
-¿Y el plan? Está aquí Albert... quería verme. Acompáñame a saludarle. - Empezó a tirar de mi brazo.
-El plan... ¿has visto como va? Esta noche no me quiero emborrachar porque esta noche, que puedo estar a su lado, voy a estarlo... esté el bien o esté mal.
-Lo sé, lo sé... ¿Ha llegado? Me ha llamado... ¡Han venido a vernos! Somos importantes en sus vidas. ¿Lo sabes no? - Asentí con ilusión. - Esta es nuestra noche. Esta es tu noche, mi noche. Aprovéchala. - Arqueó las cejas con gesto de seducción. Le di un codazo y empezamos a reírnos mientras bajábamos las escaleras para encontrarnos a Albert.- Acaba de llegar, ¿qué hago?
-Relájate. Estás preciosa. Tiene los ojos como platos... - Dije con tono burlón. Ella me lanzó una mirada matadora y a pesar de su aspecto enfadado sabía que le encantaba la situación. La conocía, como ella a mí. Nos conocíamos demasiado.
La hora de entrar al gran recinto se acercaba segundo a segundo. Los padres y familiares ya estaban dentro. Los chicos desaparecieron entre el gentío. Nervios.
La ceremonia pasó lentamente, con ligeros giros de cabeza para comprobar si seguía en su sitio y pequeños halagos por parte de los profesores hacía nuestras vestimentas. En efecto, estuvo ahí, vociferando y haciendo acto de presencia hasta que nuestra clase salió al escenario, recibimos uno por uno el diploma y nos hicimos la foto oficial con el tutor. ¿De dónde sacó la paciencia?
A las nueve y media el espectáculo acabó con toda la promoción 2010-2012, profesores incluidos, sobre el escenario, cantando y bailando mientras mi negrito y unos cuantos compañeros más tocaban canciones muy conocidas.
Salimos a la terraza-patio del recinto del Auditorio que estaba atiborrada de gente que tomaba su aperitivo. Llegó la hora de las fotos con los profesores. Miradas. Sonrisas. Electricidad en el aire. Abrazos disimulados.
-Vamos a hacernos una foto con tu padre.
-¿Estás loco? ¡No!
-¿Es buena gente, no?- Asentí.-¿Pues entonces?
- Estás borracho...- reí con amargura. A la mierda mi noche especial.
- No, no estoy borracho. - Estaba divertido. ¿Le hacía gracia? Porque a mi no.
Me di la vuelta. Mis amigas me reclamaban.
Mi padre se acercó.
-Dile que tenga cuidado o le arranco las patillas.- Estaba divertido.
-¡Papá!- Exclamé molesta mientras me aseguraba de que nadie le haya escuchado.
-Oye... ven a despedirte de tus tíos. Nosotros ya nos vamos.- Me guiñó el ojo.
Entre mis tíos y mis padres me dejaron la lección bien clara. Sólo faltaba aprendérmela: "ten cuidado", "hay mucho loco suelto", hay muchos borrachos", "ojo lo que haces" y para variar "siempre con protección".
Me despedí de ellos y de mi primo de tres años y fui en busca de mi cuarta sonrisa, ya que aquella noche íbamos a "quedarnos a dormir" en su casa. Tras dejárselo todo a su madre nos dirigimos hacía el bar donde íbamos a cenar.
La noche era joven. Acababa de empezar.
Pero las cosas empezaros a salirse de mi control. Dentro del restaurante, con las mesas ya preparadas en nuestra sala, sólo estábamos mis cuatros sonrisas y yo.
Poco a poco empezaron a entrar pero faltaba alguien... me levanté, le busqué con la mirada. Nada.
La rubia me miró con cara interrogante.
-Voy a buscarle.- Negó con la cabeza. Me levanté y salí a la calle. Mucha gente pero él no estaba.
Llamé al rastafari.
-¿Dónde estáis?
-Por ahí... - Otro que iba borracho. No...-Suspiré.
-Vale.. ¿Por ahí dónde?
-En el aparcamiento. ¿Tú dónde estás?
-Voy para allá, pero no os veo. Ya estáis llegando tarde a la cena, sólo faltáis vosotros.
-No vamos a cenar.
-¿Cómo que no?
-No.
-¿Él está contigo?
-Sí.
-¿Tampoco viene a cenar?
-Espera que pregunto... dice que no.
-¡¿Cómo que no?! Vale, ahora os veo. - Colgué. Estaba realmente enfadada. Yo, que me había comido el coco para lograr organizar una cena con toda la clase junta, en condiciones, para que ahora la gente me vaya diciendo que no... Cambio de opinión. Esa noche estaba gafada.
Venían hacía mi, el rastafari, él y dos amigos más. Yo caminaba con dificultad. ¡Malditos tacones!
-¡Eyyyy!- Contentos, casi corriendo me rodearon. Estaban felices y apestaban a cervezas.
-¿Cómo que no venís a cenar?- Intenté esconder mi decepción.
- Nop.- Contestó él riéndose.
-Yo... si vienen a cenar estos dos mantas...voy!- Dijo el rastafari levantando la lata de cerveza que tenía en la mano mientras miraba a sus dos amigos.
-No tío... no tenemos dinero para ir a cenar. Sólo para la discoteca... y ¡los cubatas!- Los cuatro rieron.
Me giré hacía él. Me abrazó. Me alejé un poco para poder verle el rostro bañado por las luces de las farolas de la calle.
- ¿Tampoco vienes a cenar?
-No.- Se reía. Piensa... piensa...¡Eureka! Chantaje emocional. No puede seguir bebiendo sin comer. Se pondrá malo o le fallarán las fuerzas en cualquier momento.
- Mmmmh, vale... entonces si no vienes a cenar olvídate de mi.
-¡Vamos a cenar!- Exclamó mientras me cogía de la mano y caminaba rumbo al restaurante.
El rastafari y sus dos amigos se quedaron fuera. Él hizo ademán de hacer lo mismo.
-No señorito, ni hablar. Tú entras dentro a comer algo.- Mi voz era firme.
-¡Sí señora! - Hizo un saludo militar y entró dentro.
Nada más cruzar la puerta que separaba nuestra sala del resto del bar, mis dos primeras sonrisas se acercaron.
-¿Sabes por qué nos reíamos antes? Cuando sacabas el monedero para darle la entrada...
-No, ¿de qué?
-Parecíais una pareja. - mi corazón dio un vuelco tonto. Pareja. Él. Yo. Nosotros...- ¡Ya vale! - Me dije a mi misma. Empecé a reírme.
Ocupamos nuestro lugar, cuando entró mi tercera sonrisa como alma que lleva el diablo dentro de la sala gritando.
- Pues el rastafari está fuera, porque no le dejan entrar con las cervezas y... - gesticulé para que se callara, pero ella no me hizo caso.- le han echado y no le dejan entrar.
-¿Cómo?- Él se levantó de la silla.- No- pensé.- No te vayas...¡Mierda! Tengo que irle detrás. Tiene que cenar.
-Te mato.- Le dije a mi amiga antes de salir disparada tras él.
Crucé el bar casi volando. Por suerte unos momentos antes me había intercambiado los zapatos con mi colombiana y ésta me había dejado las manoletinas.
-Vale... vamos para dentro. Ya ves que el rastafari no está aquí.
-Espera que me acabe el piti.- Me guiñó el ojo.
-Estamos un poco locos...- le dije mientras miraba hacía arriba. Era condenadamente alto, con unos treinta centímetros estimaba.
Acorté la distancia que nos separaba. Me reí. Se río. Estaba... ¿tenso? ¿Nervioso?¿impasible?
Tiró el cigarrillo a mis pies. Lo pisé con el típico gesto para apagarlo. Seguíamos cerca.
-¿Vamos para dentro? Deben estar esperándonos.