viernes, 13 de julio de 2012

Tengo miedo. No tengo nada.


“Estaba en el jardín de casa y apareció de la nada un coche negro, un mercedes algo antiguo, delante de la puerta color escarlata. De repente la puerta delantera del lateral  derecho se abrió y mi mundo se iluminó. ¿Un halo de luz? ¿Un ángel? No. Era mi alegría. Bajó con una sonrisa de oreja a oreja, su sonrisa. Su mochila azul marino colgaba de su espalda. Algo no iba bien. Me abrazó y me dio un beso en la coronilla. No podía sentir su olor, tenía la nariz congestionada. Me miró a los ojos con sus hipnotizantes pupilas verdes y volvió a sonreír.

Me sentía plena. Me agarró las muñecas y me dijo: - Vengo a despedirme. Me voy a Argelia con mi padre.

En ese instante su padre bajó del volante del automóvil.  Una angustia se abalanzó sobre mi pecho. No me transmitía buenas vibras.

No quería que se marchara. Sabía que si nuestro abrazo se desprendía iba a perderle para siempre. Y se desprendió. Desesperación. Vacío. Dolor.

-Espérame aquí. Voy a buscar algo. – Asintió. Pero yo volví y él desapareció. Ya no estaba. Se había ido.

Desesperación . Vacío. Dolor. Otra vez.

NADA.  Y tras ese miedo tan abismal me he despertado esta mañana.

Largas noches sin dormir, espantosas y temerarias. Tengo miedo. No tengo nada.

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