miércoles, 8 de agosto de 2012

Déjame que te cuente... (II)


Estaba muerta de sed y en cuanto me pusieron la jarra de sangría delante, no lo dudé ni un segundo. Llené mi vaso y me lo bebí casi de un trago.
Más sed. Otro vaso.
Él, a lo lejos me miraba. Yo, en secreto me divertía.
Tras la mitad del segundo vaso empecé a relajarme y a pasármelo bien. El engañoso alcohol del vino empezó a hacer efecto. No paraba de reírme. No podía ni quería controlarme. ¿Qué más daba? ¿Qué importaba? Quería que por una vez en mi vida alguien me cuidara, alguien estuviera pendiente de mi... Me sentía egoísta por pensar así. - ¡Basta!- Me dije.- Disfruta, pásatelo bien y punto.
Tras muchas fotos, solucionar la factura de la cena y mojarnos la nuca en los lavabos decidimos salir fuera, junto a todos los demás, en la terraza del restaurante.
El ambiente estaba cargado de buenas vibras, de euforia, de alegría y también de alcohol. El compañerismo zumbaba en el aire, el cariño y el aprecio y depende en que zonas, el amor.
El hermano de mi negrito me agarró de la cintura.
-¿Sí que estás bonita esta noche, no?
-Gracias.- Sonreí y le guiñé el ojo. - ¿Dónde está tu hermano? ¿A qué hora vamos a la discoteca?
-Si quieres... puedo ir contigo y te enseño donde está mi hermano. Los dos solos... un paseo.- Todavía estaba mareada por la sangría, no pensaba con claridad, pero noté sus intenciones.
-No sé, déjame pensar... - Busqué a mi tercera sonrisa.
-El hermano de mi negrito quiere que nos vayamos a buscarlo al restaurante donde están cenando. ¿Voy con él vale? - Dije entre carcajadas.
-No. Tú no te mueves de aquí.- Estaba seria. Ese chico no le convencía.
-¿Otro cubata?- Hice ademán al vaso medio vacío que sostenía en la mano.
-Bah. - Se giró y se fue con una sonrisa en la cara. Su sonrisa.
Yo seguía con mi falsa felicidad.
-Bueno, ¿nos vamos? Sino... vámonos a un paseo. Tú y yo. Para hablar tranquilamente, aquí hay mucho ruido.- El hermano de mi negrito estaba impaciente. Yo nerviosa. Empecé a ponerle escusas hasta que se sentó sobre una silla.
Me acerqué a él, que estaba sentado en una silla, apartada del resto. Me senté a su lado. Todavía mi mundo seguía dando pequeñas vueltas y le solté sin medir mis palabras:
-Oye...- Me miró diciéndome que continuara.- cuando un nene le dice a una nena de irse por ahí a dar una vuelta... ¿eso qué quiere decir?
-Pues ya sabes, quiere tema, merengue merengue. ¿Quién te ha pedido eso? - Enarcó una ceja.
-Bueno, el hermano de mi negrito, pero...no sé que hacer. ¿Qué hago?- No le gustaba lo que estaba escuchando, o al menos, su rostro no demostraba que le agradara mi momento de duda.
-No sé, no puedo decidir por ti. Tú sabrás lo que quieres hacer.- Su semblante era serio.
-No te estoy diciendo que me digas lo que tengo que hacer. Simplemente quiero que me des tu opinión como buen amigo mio que eres. Porque eso es lo que somos, ¿no? amigos.
- No lo sé... - Se encogió de hombros.
Nos quedamos mirando a los ojos. Hablábamos a través de la mirada, como de costumbre. Nos lo decíamos todo sin articular ninguna palabra, ignorando al hermano de mi negrito que no paraba de llamarme para que fuera con él.
-Ves...te están llamando, y además te dicen "mi amor". - Su tono era molesto.
-Odio comunicarme contigo a través de la mirada.- Ironía en estado ON. - Lo sabes, ¿No?
Sonrío amargamente. Me levanté de la silla para acudir al llamado que me hacían desde hace rato y finalmente me dejé convencer para irme con el pequeño acosador, pero no quise alejarme demasiado.
Él, y su mirada inquisitiva nos seguían de cerca.
-Vamos por esa calle. Por favor. Tú y yo. Un paseo.
-No, es que me duelen los pies. ¿Has visto qué tacones? - No sabía que más escusas soltar.
-Pues vale, entonces sentémonos aquí. Pero ven, acércate... dame un beso.- ¡Socorro! ¡Help! ¿Qué hago? ¿Quién me ha metido en esto? No quiero besarle. No me gusta. ¡No y no! Piensa, piensa...- ¿Qué pasa? ¿Por qué no me besas?
- Pues... digamos que yo estoy muy pillada por un chico. Pero mucho.
-¿Y quién es él? ¿Está aquí?- Asentí.
-¿Ves a ése chico que está ahí sentado en la terraza? Camisa blanca, corbata negra, ojos verdes...- Una sonrisa inmediata se dibujó en mi rostro.
-¿Ese? ¿Qué tiene él que no tenga yo?- Solté una risa nerviosa e incómoda.
Se estaban preparando para una foto de grupo y ésa fue la campanilla que me salvó, porque salí casi corriendo para unirme al grupo cuando él se cruzó en mi camino, con los brazos abiertos y me dio un abrazo. Yo le abracé también, llenándole una vez más el inmaculado cuello de su camisa con mi pintalabios rojo pasión. Bueno, lo que quedaba de pintalabios.
De repente la gente empezó a desaparecer por grupillos, dirigiéndose a la parada del autobús que nos iba a llevar a la discoteca. Eran casi las dos de la madrugada. La noche envejecía.
Mi tercera sonrisa se me acercó.
-Repito. Ésta es tu noche. Ataca tigresa. Yo haré lo mismo.- Seguía borrachita, tanto alcohol no era normal en ella.
-No, no pasará nada, estoy segura de ello.- Era sincera.
- Lo he visto. Te busca. Te necesita. No te deja tranquila...
-¿Vienes?-Me dijo él con una sonrisa.
-Vamos.- Se la devolví.- Pero no corras tanto, porque llevo tacones y me duelen los pies. Un paso tuyo son tres de los míos, jo, no vale!- Su risa resonaba en la noche.
-¿Por qué te has puesto tacones? Yo, si fuera una chica, me pondría deportivas.
-¡Si, claro! Y parecería una enana.
-Corre enana, súbete, que te llevo a caballito. - Intenté hacerlo, pero el vestido no me lo permitía. Volvió a reírse. Nunca lo había visto reír tanto.
- Espera y verás. - Me quité los zapatos y salí pitando detrás suyo, pero el suelo estaba lleno de piedritas y no podía seguir.- Oye... ¡ayúdame! - mis palabras semejantes a las de una niña pequeña sonaron caprichosas.
-No soy tu príncipe azul...- me quedé perpleja ante su comentario.
-Claro que no lo eres. Los príncipes azules destiñen, son los peores.
Seguía correteando calle abajo cuando le grité.
-¿Que te piensas? ¿Que seguiré corriendo detrás tuyo?- Reí histéricamente. No lo entendía.
-No, porque no podrás mantener mi paso. Soy demasiado rápido.
-No suelo perder el culo por ningún chico.
-Pero por mi sí. - ¿Será engreído? Pensé.
Y entre saltos, giros y risas llegamos a la parada del autobús donde había muchísima gente. Perdí a mi tercera sonrisa que me pidió de manera desesperada que no me separase de ella en toda la noche. Vale, localizada. Estaba hablando con él en las puertas del autobús. ¿Qué estaban tramando?
Me tranquilizaba tenerla ahí conmigo, aún en estado de ebriedad. Cuando ella estaba cerca yo estaba más segura de mi misma, estaba tranquila, era más "fuerte". Era mi maestra.
Logramos llegar al autobús y coger sitio, repartieron las entradas y arrancando motores el vehículo, lleno de jóvenes con muchísimas ganas de divertirse y eufóricos por pasar una noche inolvidable. Una noche que quedaría marcada en sus memorias lo que les quedaría de existencia.
Canción tras canción, grito tras grito, felicidad, alegría y el autobús llegó a su destino.
Necesitaba ayudar a mi tercera sonrisa, y quién mejor que él para echarme un cable. Bajamos del autobús y le agarré del brazo.
-Necesito que me ayudes con algo... mi tercera sonrisa y el compañero...
-¿Qué?- De nuevo estábamos a diez centímetros. Mi boca estaba seca y mi corazón latía a contratiempo.
-Que me ayudes.
-¿Ellos dos?¿Desde cuando?
-Es que acaso no te has dado cuenta en clase?
-Pero sí no es guapa... bueno, no es tan guapa como tú. - Me acarició la cara.- Tengo que ir al baño.
-¿Me vas a dejar sola aquí?
- ¡Acompáñame!
-Es igual, voy a buscar a las chicas. Dentro nos vemos.- Pero no me giré para ir con las chicas que me estaban esperando y me lo quedé mirando. Vi como le daba la mano a la gemela de Inna y se iban "al baño". Se lo dije a mi tercera sonrisa con mucho pesar, a lo que ella me dijo que no me preocupara, que ellos se conocen desde pequeños y que no iba a pasar nada. Eso me tranquilizó.
Una vez dentro el gran grupo que había en la entrada empezó a dispersarse, tomando cada uno una dirección diferente.
La rubia y mi colombiana, bastante borrachas desaparecieron entre la multitud, mi tercera sonrisa se perdió con el compañero y yo... yo me quedé sola. - Así pasarás toda la noche, sola.- Comencé a dar vueltas entre la gente bailando y vibrando al ritmo de la música hasta que vi a Raquel y con Raquel estaba él. Levantó las cejas en un saludo al verme. Me acerqué a ella y le dije:- ¿Cuídale, sí ? -Ella, que sabía toda la historia articuló un "sí", entre cubata y cubata. Pero cambié de pensar y les seguí hasta dar con la gente a la que había perdido.
La música sonaba y nuestros cuerpos se acercaban y se alejaban gobernados por su ritmo.
Una canción, y otra, y otra. Un cubata, tras otro, tras otro... estaba bebiendo demasiado y a pesar de decirle que no estaba bien, que le sentaría mal él seguía bebiendo. Yo no era nadie para decirle nada en relación con el alcohol... tampoco me haría caso.
-Ahora vengo.- Y se perdió entra la gente.- Seguí bailando pero tenía sed y decidí ir a la barra a recoger mi malibú con piña, y en la barra estaba él, esperando su vodka con limonada. - Voy para allá.
-¿Espérame, no?- estás siendo pesada. No seas pesada. Déjale, él se sabe cuidar.- Me decía a mi misma.
-Vale, va...- La música llenaba el aire. Las canciones, conocidas por todos, eran bailadas y cantadas.
Llegamos con los demás y comenzamos a bailar otra vez. A nadie se le hacía raro. Todos lo habían visto. Todos lo habían notado.
Pegados, separados, con otras personas... bailamos. Bailamos. Bailamos...
Mi colombiana y el rapero empezaron a besarse. No nos lo podíamos creer… ¡eso sí que era nuevo!
Omega el fuerte hacía sonar su canción Estrella de Madrugada cuando me cogió de la cintura y entre movimiento de cadera y algún que otro abrazo acercó su cara a la mía y sus dientes rozaron suavemente mi mejilla izquierda. - Sorpresa. Nervios. Ganas de más. ¿Calor?
Nos separamos. Su mirada era inescrutable y divertida. Me acerqué a él con mi copa en la mano, la alcé y mientras la chocaba contra la suya dije:
-Por nosotros. Por esta noche.
Él asintió y ambos bebimos lo que nos quedaba.
Daddy Yankee y su "Despedida" marcó el ritmo, y mientras nos cantábamos aquellos versos al oído, llenos de significado para ambos acercó sus labios a mi oreja y volvió a presionar sus dientes contra mi piel.
Nervios. Muchos nervios. Me alejé de él y seguí bailando con el resto. La situación era perfecta. Bailar con él, pegados, cuerpo a cuerpo, era perfecto, pero ¿cuánto duraría? -Mejor no pensar en eso.
Y volvimos a arrimar nuestros cuerpos, hasta que finalmente su boca trepó por mi cuello y clavó sus molares en mi yugular. Un cálido cosquilleo inundó cada célula de mi cuerpo. Nunca, nadie había rozado esa zona. Nunca nadie me había hecho sentir aquello.
"Pégate más " fue la canción que logró pegarnos todavía más si era posible y finalmente, nuestros labios se fueron acercando, nuestras miradas clavadas la una en la otra escrutaron el significado de cada gesto y finalmente noté su aliento en mi boca. Nos besamos con suavidad. El mundo separó durante un instante. No me lo podía creer. Mi pulso se disparó. Mis manos, enganchadas a su camisa estaban temblando. Sus besos sabían a cerveza, pero no me molestó, al contrario, fue una sensación agradable.
Nos separamos para mirarnos y sonreírnos y le susurré al oído:
-¿Nos vamos de aquí? A un sitio más tranquilo, me duelen los pies. - Llevaba alrededor de diez horas con los tacones. - Dubitativo asintió.
Pero en ese momento apareció mi tercera sonrisa, llorando y maldiciendo. El compañero se había dado el lote con otra. Le había hecho daño en su noche, en su tan esperada noche. ¿Qué podía hacer por ella?
-Espera- le dije a él. - No puedo verla así. - Me tiré en sus brazos, me abrazó pero cuando me di la vuelta desapareció. Traté de animar a mi tercera sonrisa. Imposible... el alcohol tampoco le ayudaba. Menuda noche...
Se me volvió a acercar, me plantó un beso y se perdió entre la multitud.
Grité el nombre del amigo que le seguía para llamar su atención.
-¿Dónde vais?
-Dice él que vayamos a conocer nenas cachondas. - Decepción. Preocupación. ¿Nenas cachondas? Todo lo que fui construyendo durante toda la noche se derrumbó en un instante. ¿A caso no le había gustado mi beso? ¿Tanto había perdido la práctica? ¿A caso sólo fui un lío más en una noche de fiesta? No... Debía haber otra explicación. Pero en cuanto me giré creí saber la verdad. Mi expresión debía de ser aterrorizante, porque todo mi mundo, pedazo a pedazo se cayó. ¿Se estaba besando con la gemela de Inna? Toqué el brazo de mi rubia.
Él me miró y siguió. - No, no podía hacerme eso. ¿Por qué? ¿Qué le había hecho yo? Rabia. Dolor y lágrimas.
-¿Qué pasa? ¿Qué pasa?
-Eso pasa... - Pegué la vuelta y me fui en busca de mi tercera sonrisa.
Lloramos las dos, lloramos, nos quejamos, nos desahogamos y nos fuimos a bailar, a olvidar las penas y a esperar que esa maldita noche acabara. Esa esperada noche por las dos, pero predestinada a terminar en desastre. Quién lo iba a decir...
No dejaba de repetir lo mismo.
-Pero si me regaló su libro preferido, hablamos, era mi genio de la lámpara... pensé que sentía algo por mi...
Y las chicas que me rodeaban no paraban de decirme lo mismo.
-Es un chico. Son capaces de vender hasta su alma con tal de obtener un polvo. Todos son iguales.
Pero yo seguía pensando que él no era como los demás, no lo era...
La gemela de Inna se me acercó, diciendo que no había pasado nada entre ellos, que él iba muy borracho y no sabía lo que decía ni lo que hacía. Pero ya no quería verle, no quería saber nada de él. Sólo quería llegar a mi casa, darme una ducha, meterme en mi cama y dormir, dormir, dormir y no despertar. 

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